25 enero 2007

Con una ayudita de mis amigos: Sartori

Todos los mencionados en esta nota y el responsable de este blog trabajamos en "Noticias" con José Luis. Todos, de alguna manera u otra, lo recordamos y nos indignamos con la liberación de sus asesinos. Pero estas líneas de Luis lo evocan en una faceta personal, más íntima, en ese costado que muchas veces queda fuera de los grandes discursos.






JOSE LUIS CABEZAS EN EL RECUERDO

Por Luis Sartori

Un hombre, dos emociones:

-Yo soy un laburante de Avellaneda, hermano. Decía, y lloraba.

Ese día de 1995, en una autopista entre Toronto y Montreal, sonó La Cumparsita por la orquesta de Juan D'Arienzo en la radio de un Toyota reluciente, recién alquilado, y José Luis Cabezas le pidió, le ordenó al chofer que parara. Salió del auto bajo una lluvia atronadora; también bajó el chofer, y Cabezas lo abrazó y se puso a llorar. Y repetía aquella frase.

Lo cuenta el periodista y filósofo Miguel Wiñazki en su último libro, Travesías Argentinas. El chofer era Wiñazki, con quien habían llegado a Canadá para una entrevista al epistemólogo argentino Mario Bunge, que terminó siendo nota de tapa de Noticias.

Explica Wiñazki: "Se emocionaba por su destino. Lloraba de alegría porque gracias a su trabajo, que amaba, había atravesado el aire hasta situarse en el mejor de los mundos posibles. Porque para Cabezas, los pocos días que vivió en Canadá fueron esenciales. Y él lo decía:

-Es lo mejor que me pudo pasar en la vida. Yo en Canadá aprendí".
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El 2 de diciembre de 1996, en una noche de calor, Cabezas salió de la escueta oficina de los fotógrafos de Noticias y caminó el pasillo - estrecho como el de un micro - de la redacción, como le gustaba hacer. Eran más de las 9 y quedábamos dos o tres periodistas. En su tono fuerte, dijo que se iba a ver a Serrat. Estaba contento. Iba a hacer fotos del recital en el Gran Rex y a disfrutar de uno de sus ídolos. Le dije que me prendía. Y allá nos fuimos. Caminamos hasta el cine desde Talcahuano, donde estaba la redacción, en línea recta por Corrientes. En esas cuatro cuadras, monologó sobre su esposa y sus hijos; y me dijo que le gustaba ser un tipo hogareño.

Serrat se hizo esperar unos cuantos minutos, hasta que apareció sobre el escenario. Ahí entramos con el resto de la prensa invitada. Nos quedamos al fondo, yo detrás de él, que tiraba y tiraba fotos. Al tercer o cuarto tema, Serrat arrancó con "Los locos bajitos". Cabezas escuchó un rato, y después se dio vuelta y preguntó: "¿Tenés hijos?". Le contesté "No". Y siguió, porque estaba emocionado: "Qué lástima... Este chabón sí sabe escribir sobre cómo son los hijos".

A Cabezas lo mataron apenas 53 noches después.