23 enero 2007

Gran Hermano, el rey del cotolengo


Por Humberto Acciarressi

¡Basta! Parece el castigo impuesto por un Dios enojado. Durante horas, uno de los varios televisores del diario en el que este periodista trabaja, está clavado en la pantalla donde se alterna una pileta vacía (parece una absurda señal de ajuste), las gansadas al por mayor que hacen 18 pelotudos que fingen que actúan naturalmente, y las charlas plagadas de lugares comunes y muletillas que mantienen entre ellos. Como el pueblo argentino ya había sido castigado por tres “Gran Hermano” anteriores – y su lamentable secuela de personajes que dejó flotando en la farándula vernácula -, era de esperar que el número cabalístico cerrara el ciclo. No fue así.

Para el cuarto, los organizadores se esmeraron: no podían haber encontrado gente con menos coeficiente intelectual, un seleccionado tan perfecto de descerebrados. Como si los jóvenes argentinos – escritores, músicos, guionistas, artistas plásticos, actores y directores, periodistas, laburantes de doce o más horas al día en trabajos mal pagos, lectores y espectadores privilegiados del arte con mayúscula, estudiantes e investigadores, etc – pudieran estar representados por ese conjunto de analfabetos funcionales cuyo único objetivo es gozar de los quince minutos de fama mentados por Andy Warhol y, por añadidura, de algunos pesitos.

Es patético ver como la novia de un cantante (de alguna manera hay que denominar al sujeto de marras) se la pasa buscando las cámaras, en un alarde de falta de naturalidad que – hay que reiterarlo- también padecen sus compañeros de “show”. Ni qué hablar de quienes están horas mirando ese drama que tiene menos humanidad que un conjunto de chimpancés analizados en un laboratorio de la Nasa. Y si se piensa que miles de personas “participan” de las votaciones para decidir quien se queda o quien se va del lugar, hay que concluir que la patria de Borges y Piazzolla, Cortázar y Leloir, Discépolo y Hussay, Spinetta y Favaloro, Berni y Marechal, se encuentra en problemas.

Amigos y lectores de este blog, ustedes sabrán disculpar el tono apocalíptico de esta entrada, que no es lo usual en este espacio. Pero hay cosas que no se aguantan. En un rato nomás, trataremos – más racionalmente – de explicar las razones por las cuales este Gran Hermano también es un insulto a la memoria de George Orwell, el creador del verdadero Big Brother, el autor de "1984" y "Rebelión en la granja". Hasta entonces, nos quedamos con la esperanza de que los vientos huracanados de Europa lleguen al verano local y barran con la casa donde cohabitan estos muchachos abandonados de toda dignidad.