Por Humberto Acciarressi
Que el FBI investigue a alguien no es novedad. Que el FBI investigue a alguien famoso es casi una obviedad. Que el FBI esté lleno de obviedades tampoco asombra a nadie. Pero que el FBI publique 191 páginas sobre su "investigación" de Steve Jobs y asegure cosas que saben hasta las mascotas del cofundador de Apple, ya es una exageración. Realmente, y sólo por seguir los argumentos del cine hollywodense, uno esperaría más seriedad de los espías del Buró. Personalmente tengo que confesar que, para mí, se la pasan tomando whisky, leyendo revistas de historietas y mirando películas de Bruce Willis.
No me puedo explicar como tuvieron el caradurismo de dar a conocer una investigación que no agrega ni una coma a lo que ya fue publicado en los libros editados luego de la muerte del genio de la informática, en octubre pasado. Para el FBI, Jobs consumió drogas en su juventud (especialmente marihuana), era "brillante", un "líder natural", "distorsionaba la realidad para obtener sus objetivos" (algo reconocido por el propio Jobs, según la biografía de Walter Isaacson), fue negligente con su hija nacida fuera del matrimonio y víctima de una amenaza de bomba en 1985. La lista de cosas archiconocidas sigue hasta el hartazgo. Nada nuevo bajo el sol. Si hasta dan ganas de aconsejarle a los ciber activistas de Anonymous que ni se gasten en hackear al FBI, que lo único que pueden encontrar valioso son recetas de cocina.
Si alguien quería alimentar su morbo encontrando una faceta poco conocida, el secreto mejor guardado, el vicio inexplicable de Jobs, le sugerimos que ni se moleste en los informes del FBI. Si los agentes fueran periodistas, no podrían hacer otra cosa que copiar y pegar cables. Y es indudable que sus fuentes son los libros ya publicados. Lamentable desde cualquier punto de vista. Hay algo de lo que no me queda ninguna duda: si los agentes del FBI hubieran dependido de Steve Jobs, éste los hubiera echado sin ningún tipo de remordimiento por inútiles consumados.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)