Por Humberto Acciarressi
A Mechi le regalaron un perrito encantador que juguetea con sus medias y se come sus sillones. La chica, razonablemente emocionada, lo filma, e irrazonablemente piensa que a todo el mundo le gustará mirar las piruetas del hermoso cachorro. Entonces lo sube en You Tube con el título "Pupi". Otra persona, en las antípodas, acaba de aprender el Sol, el Re y el Mí en la guitarra, y descubre que puede tocar -pésimanente, pero él no lo sabe- un tema de los Rolling. Se hace filmar por el primo y ¿a qué no saben lo que hace? Sí, lo sube a You Tube. Las variantes son millones y las protagonizan quienes sueñan con ser cantantes, payasos, pianistas, fogosos amantes, directores de cine, mimos, alegres chupandines, políticos y todo lo que se te ocurra.
Pero también pueden verse conciertos de cualquier tipo de música, perlitas inhallables, reportajes a escritores y artistas, piezas de colección de antiguos films, fragmentos de documentales perdidos, imágenes que hasta la aparición de You Tube sólo conocían unos pocos. Y también mucho material altamente creativo: verdaderos cortos de diez minutos que son bellas piezas de arte minimalista. Esta plataforma que acaba de cumplir cinco años es una herramienta con dos mil millones de visitas por día. Unas bestias pueden subir el video de una menor violada, pero alguien sensible hacer lo propio con bellas melodías. Lo que queda claro es que, con apenas un lustro, ya resulta difícil concebir el mundo sin You Tube.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)