Por Humberto Acciarressi
Un nuevo estudio relacionado con las rutinas diarias acaba de revelar que el café en el trabajo, es decir la pausa para desenchufarse un poco antes de continuar en la noria, ayuda a que los problemas laborales no lleguen al ámbito familiar y aumenta la vitalidad. Ya sabés, si tu jefe te encara mal y te censura que te pases el día tomando café, apoyado en la máquina y leyendo historietas, decile con cara de dolor: "Estoy tratando de salvar mi matrimonio". Y si estás de humor, invitalo a un café mientras le preguntás si está contento con la levantada de River después de la llegada de Cappa. Si al día siguiente te golpean la puerta con un telegrama de despido, significa que no le llegó el mensaje. Y cuando vayas a buscar tus cosas, con un vasito de café en la mano, decile: "Che, que tipo negativo que había sido".
El estudio señala, además, que es importante buscar "un hueco para el humor y para olvidarnos de los `debería’". Mientras tratamos de entender cómo puede desestresar el olvido del condicional del indicativo del verbo "deber", nos ponemos a buscar ese "hueco" para reir. Llegar a la oficina con una maza y comenzar a agujerear en la pared no es aconsejable. Sentarse debajo del escritorio para reir puede servir... como antesala a la ambulancia del neuropsiquiátrico. En definitiva, la pausa del café parece ser la opción menos traumática. Aunque tanto café te convierta en el negrito de Sugus con una úlcera gástrica. La paz hogareña, a veces, bien vale un balde de milanta después de cada comida.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)