05 agosto 2009

El peligro de los conductores suicidas

Por Humberto Acciarressi

Allá por comienzos de los años 70, J.G.Ballard publicó una de sus novelas más perturbadoras, lo que es mucho decir en la obra del escritor recientemente fallecido. "Crash", tal el título del libro, fue llevado al cine por David Cronenberg con el mismo nombre (que no debe confundirse con otra película que anda por allí, que en algunos países le han puesto también "Crash" y en otros "Alto impacto", y que obviamente no tiene nada que ver con Ballard). Allí, en las versiones originales literaria y cinematográfica, se cuenta la psicopatía de unos morbosos que juegan al límite de la vida propia y ajena en coches y vehículos varios, cuya destrucción -en inevitables y aún buscados accidentes- les provoca una excitación erótica.

Si Ballard y Cronenberg anduvieran por Buenos Aires en estos días, deberían -a riesgo de parecer infantiles-pegarle una vuelta de tuerca a sus obras. La realidad es peor. Motociclistas suicidas andan a 300 km por hora en una ruta bonaerense y suben sus "hazañas" en You Tube. Estos psicópatas, potenciales criminales y conductores suicidas, no son los únicos. Transitan por calles y rutas con su onanismo por el vértigo, a toda hora y con la anuencia de quienes no hacen nada por evitarlo.
En su momento, el libro de Ballard y el film de Cronenberg fueron acusados de obsenos y violentos, y los merodeó la censura. Los conductores suicidas que andan por Buenos Aires tienen mejor suerte. Se aplauden entre ellos antes de estrellarse la cabeza y chorrear sus sesos por el asfalto. La única pena es que también muere gente inocente. Pero sus deudos no suben videos a You Tube.

(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)


Y no estaría mal que vuelvas a leer un pasaje de lo que escribió el propio Ballard sobre su novela, y que figura en por lo menos un par de ediciones a manera de prefacio.

"Crash, por supuesto no trata de una catástrofe imaginaria, por muy próxima que pueda parecer, sino de un cataclismo pandémico institucionalizado en todas las sociedades industriales, y que provoca cada año miles de muertos y millones de heridos. ¿Es lícito ver en los accidentes de automóvil un siniestro presagio de una boda de pesadilla entre la tecnología y el sexo?, ¿la tecnología moderna llegara a proporcionarnos unos instrumentos hasta ahora inconcebibles para que exploremos nuestra propia psicopatología?, ¿estas nuevas fijaciones de nuestra perversidad innata podrán ser de algún modo benéficas?, ¿no estamos asistiendo al desarrollo de una tecnología perversa, más poderosa que la razón?
A lo largo de Crash he tratado el automóvil no sólo como una metáfora sexual sino también como una metáfora total de la vida del hombre en la sociedad contemporánea. En este sentido la novela tiene una intención política completamente separada del contenido sexual, pero aún asi prefiero pensar que Crash es la primera novela pornográfica basada en la tecnología. En cierto sentido la pornografía es la forma narrativa más interesante políticamente, pues muestra cómo nos manipulamos y explotamos los unos a los otros de la manera más compulsiva y despiadada. Por supuesto, la función última de Crash es admonitoria, una advertencia contra ese dominio de fulgores estridentes, erótico y brutal, que nos hace señas llamándonos cada vez con mayor persuación desde las orillas del paisaje tecnológico"

J.G.Ballard