Por Humberto Acciarressi
"Querida, ¡sorpresa!, tienes un e-mail. ¿Cómo estás?. Yo pudriéndome en el cementerio, pero feliz de comunicarme con vos. Esta noche te visito. Jaja. Es broma. Bueno, espera mi próximo correo que tengo cosas que contarte. Besos de tu muerto preferido". ¿Alguna vez tuviste la peregrina y descabellada idea de comunicarte con quien quieras, vía e-mail, después de tu muerte?, ¿sí? Lástima que no lo patentaste, porque en Inglaterra te ganaron de mano.
La gente ya está requiriendo los servicios del "Club de los últimos mensajes" (nombre digno de Robert L. Stevenson si los hay). Allí envían a sus destinatarios, hasta cien correos que vos escribiste antes de estirar la pata, en un rapto de morbosidad difícil de igualar. Pero allá vos; siempre es mejor así que llegar a medianoche, envuelto en una túnica blanca y arrastrando cadenas. O quién sabe. Lo cierto es que se viene el fin de la tabla Ouija, del juego de los vasos y las sesiones de espiritismo.
Los médiums se quedarán sin trabajo y ya no habrá posibilidad de que uno se comunique con Napoleón en lugar de hacerlo con la tía muerta, que se llevó a la tumba el secreto de dónde guardaba los dólares. Ahora, la señora podrá dejar un mail indicando el sitio y recordando al deudo que le de la comida al loro. Igual no pierdas de vista que la compañía no garantiza más que el envío del correo. Si vas a parar a la casilla de los spams, ya es cuestión del receptor. Y la mala noticia es que ya estarás muerto para quejarte.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)
"Querida, ¡sorpresa!, tienes un e-mail. ¿Cómo estás?. Yo pudriéndome en el cementerio, pero feliz de comunicarme con vos. Esta noche te visito. Jaja. Es broma. Bueno, espera mi próximo correo que tengo cosas que contarte. Besos de tu muerto preferido". ¿Alguna vez tuviste la peregrina y descabellada idea de comunicarte con quien quieras, vía e-mail, después de tu muerte?, ¿sí? Lástima que no lo patentaste, porque en Inglaterra te ganaron de mano.
La gente ya está requiriendo los servicios del "Club de los últimos mensajes" (nombre digno de Robert L. Stevenson si los hay). Allí envían a sus destinatarios, hasta cien correos que vos escribiste antes de estirar la pata, en un rapto de morbosidad difícil de igualar. Pero allá vos; siempre es mejor así que llegar a medianoche, envuelto en una túnica blanca y arrastrando cadenas. O quién sabe. Lo cierto es que se viene el fin de la tabla Ouija, del juego de los vasos y las sesiones de espiritismo.
Los médiums se quedarán sin trabajo y ya no habrá posibilidad de que uno se comunique con Napoleón en lugar de hacerlo con la tía muerta, que se llevó a la tumba el secreto de dónde guardaba los dólares. Ahora, la señora podrá dejar un mail indicando el sitio y recordando al deudo que le de la comida al loro. Igual no pierdas de vista que la compañía no garantiza más que el envío del correo. Si vas a parar a la casilla de los spams, ya es cuestión del receptor. Y la mala noticia es que ya estarás muerto para quejarte.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)