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20 agosto 2009
Cromañón
Podría escribir mucho. Sin jactancia, pero podría hacerlo con las experiencias recogidas en treinta años y más de vivir, ya sea desde dentro, como espectador o como periodista, las alternativas y las internas del rock del país; del que llegó a los unplugged de la MTV hasta el de que se quedó, por propia voluntad, en los arrabales de esta Argentina siempre en vías de extinción. Me salgo de la vaina por escribir sobre quienes festejaron la absolución de los integrantes de Callejeros como si se tratara de un River-Boca, con los familiares de los muertos frente suyo. Pero también sobre los que escriben en Twitter y otras redes sociales contra el grupo -siempre el eslabón más débil de la cadena- y la decisión judicial de absolverlos de acuerdo a un fallo de más de dos mil páginas que acabo de terminar de leer (en líneas generales, estos son los mismos que defendieron a capa y espada a quien debería haber estado en el banquillo y no estuvo, es decir el ex jefe de gobierno Aníbal Ibarra, dos de cuyos funcionarios fueron condenados).
El administrador de este blog estuvo aquella noche y desde entonces con las víctimas de la tragedia por razones varias que incluyen las personales, que ahora prefiero dejar de lado. Pero siempre se negó a ser un idiota útil de los pulpos de las discográficas y de las radios del sistema que se reportan a/y cobran de/ las multinacionales de la música. Esos mismos que catalogan despectivamente de "rock chabón" a todo aquel que no tengan en la plantilla de sus ejercicios financieros. El juicio que condenó a unos y absolvió a los músicos no podía terminar bien, porque tanta muerte joven no se repara con nada.
Personalmente estuve varias veces dentro del boliche trágico. Y más tarde, hasta el día de hoy, en sótanos y lugares que son verdaderas trampas que siguen funcionando como si en Buenos Aires no hubiera ocurrido la mayor tragedia en la historia de un recital de rock a nivel mundial. Pero de eso no se habla porque no es políticamente correcto, no sea cosa que se toquen de refilón los nombres de Ibarra y de Macri (actual jefe de gobierno porteño y, en calidad de tal, de los cuerpos de inspectores) o del matrimonio Kirchner (él, jefe supemo de la Policía Federal en su rol de presidente de la Nación cuando ocurrió la tragedia; ella, en la actualidad).
Del grupo no voy a escribir nada que no haya dicho, porque eso remite apenas a gustos personales que no tienen nada que ver con la tragedia. Para algunos, ayer fue un día triste. Para muchos más, la tristeza ya forma parte indeleble de sus vidas. Y ciertos personajes ya están montados en esa tristeza y en esas broncas para continuar o comenzar con sus negocios. Ayer en Twitter, vidriera de la mass media mejor acomodada, algunos ya se largaron al ruedo a hacer bochinche y auto-promocionarse. Ratas hay siempre.