29 febrero 2016

A 75 años de "El ciudadano", la película que no ganó el Oscar


Por Humberto Acciarressi

Cuando apenas tenía 23 años, Orson Welles -un artista que brillaba en casi todo lo que hacía- saltó a la fama con sus compañeros del Mercury Theatre. Era el 30 de octubre de 1938 e hizo una versión radiofónica de "La guerra de los mundos", el libro de Herbert Wells, con la legendaria emisión que narraba la invasión ficticia de marcianos que provocó un pánico inusitado en los Estados Unidos. Como sabés, por el realismo de su programa cundieron los suicidios; las calles se atestaron de autos con gente huyendo; y ya aclarado el asunto todavía quedaban personas que juraban haber visto a los alienígenas aniquilando seres humanos a su paso. Por ese entonces andaba con ganas de filmar uno de los mejores libros de la literatura, "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad. Sus constantes problemas económicos, aunque en especial los estéticos, se lo impidieron. Hasta que un día comenzó el rodaje de su ópera prima: "Citizen Kane", o para nosotros "El ciudadano".

La película que cuenta las venturas y desventuras, los logros y frustraciones de un magnate de la prensa está inspirado en la vida de William Randolph Hearst, zar del periodismo norteamericano, que primero quiso comprar la película y luego, ante la negativa, descargó sobre el director una de las más despiadadas guerras que se recuerden. Este hito de la cinematografía mundial se estrenó oficialmente el 9 de abril de 1941 en el Broadway Theatre de Nueva York. Es poco lo que se puede agregar a las miles de palabras dichas sobre esta película que revolucionó el lenguaje cinematográfico como nunca antes se había hecho. Puede añadirse que gracias al éxito obtenido, Welles filmó una decena más, entre las que se contaron "Soberbia", "El proceso", "Macbeth", "Otelo" y "Raíces en el fango".

Pero lo que pocos saben es que la película ya había sido estrenada en secreto en enero de ese año y vuelta a proyectar para invitados especiales a mediados de febrero. Fueron esas funciones las que determinaron que alguien le contara a Hearst sobre su existencia y que comenzara una campaña casi sin precedentes contra un film, que incluso había sido de bajo presupuesto. Para presionar a los estudios, el multimillonario ordenó que no se mencionara ninguna de las películas del estudio RKO Pictures. Eso duró un tiempo. Finalmente la orden quedó reducida a "Citizen Kane". Contra pronósticos y apuestas, fue estrenada y fracasó. Ese conversador infatigable, siempre con el habano y un vaso de whisky, y que llegó a comer toneladas de langostas, no se dio por vencido. Curiosamente, el director de la película que figura como la mejor de la historia o, en el peor de los casos en el top five, en 1942 vino a Buenos Aires. Aquí, en el Teatro Cervantes, ofreció una conferencia y dijo considerarse "absolutamente nada". Años más tarde, con menos modestia, se autoproclamó como "un gigante en un mundo de enanos". Y realmente lo fue. Por cierto: "El ciudadano" perdió el Oscar ante el melodrama "Qué verde era mi valle", de John Ford.

(Publicado en el diario "La Razón" de Buenos Aires)

Orson Welles llega al estreno oficial de "Citizen Kane"

28 febrero 2016

Los misterios que dejó la muerte de Harper Lee


Por Humberto Acciarressi

Días atrás, el mismo día que Umberto Eco, en Monroeville, Alabama, murió Harper Lee. La escritora, que se hizo célebre a comienzos de la década del 60 por su novela "Matar a un ruiseñor", que le valió el Pulitzer de Ficción de 1961, una película, numerosas obras de teatro y hasta condensaciones del Libro del Mes y del Reader´s Digest (es decir, la Biblia y el calefón en palabras de nuestro Discépolo), se había convertido en una especie de Salinger, Pynchon, Garbo o Hughes. Había resuelto pasar inadvertida, lo que logró hasta el día de su reciente muerte, cuando muchos se acordaron de aquella obra sobrevalorada, que trata con singular superficialidad los temas terribles de la injusticia racial y la violación. El libro, del que se vendieron 30 millones de ejemplares, transcurre en un pueblo inexistente del sur de los Estados Unidos, en la década del 30, centrado en el proceso contra un negro acusado de haber violado a una mujer blanca. A su abogado, Atticus Finch, es imposible no verlo como Gregory Peck, que lo interpretó en cine y que le valió - inconcebiblemente tratándose de tan gran intérprete- el único Oscar como actor.

Harper Lee, siendo una chica que no congeniaba con nadie de su género, fue vecina de otro niño, que era considerado "muy suave" por sus amigos: Truman Capote. Era casi inevitable -de acuerdo a lo que se sabe- que se hicieran amigos, y muy buenos. Cuando la mujer escribió "Matar a un ruiseñor" tenía 34 años. Su vecino dos más que ella, y en ese momento ya era autor de tres novelas (entre ellas "Desayuno en Tiffany´s"), dos volúmenes de cuentos y varios editados en diarios y revistas, una obra de teatro, un musical, un guión y hasta el célebre retrato de Marlon Brando. Incluso se dice que Truman corrigió y escribió algunas partes del libro de Harper, sobre un original que ella -en cierto momento- había tirado por la ventana. Es dable imaginar a un gran escritor tratando de arreglar algo sin ofender a su mejor amiga Y tal vez nunca se sepa en dónde residió el éxito de esa novela que por momentos parece para chicos ¿Acaso en esas correcciones de Capote? Ahora están los dos muertos. Sí existe un dato para tener en cuenta: Harper Lee nunca escribió otro libro que "Matar a un ruiseñor".

Hay que hacer una aclaración. El año pasado, con su nombre en la tapa como autora, fue editado después de varias décadas "Ve y pon un centinela". Quiso ser una secuela de aquella historia sureña, tan mal escrita que se sospecha que era el verdadero original de la obra de 1960 aunque sin correcciones. Se debe destacar que el propio Capote contó en una oportunidad que él mismo era uno de los personajes del libro de su amiga, y que ambos solían ir juntos a presenciar juicios "en lugar de ir al cine". Recordemos, en este sentido, que Harper Lee acompañó a Truman a Holcomb, donde una familia de granjeros había sido asesinada, y trabajó junto a su amigo en los reportajes que luego dieron como fruto "A sangre fría", el clásico capotiano que inauguró la corriente llamada Non Fiction, fuente además del Nuevo periodismo. Capote falleció en 1984, Harper Lee hace un par de días, es decir 32 años más tarde. Y como para redondear este asunto, estamos a cinco décadas de la publicación de "A sangre fría".

(Publicado en el diario "La Razón" de Buenos Aires)

Harper Lee junto a Truman Capote

Gregory Peck y Brock Peters en la película basada en el libro, dirigida por Robert Mulligan

No cesa el delirio de la droga que te transforma en caníbal


Por Humberto Acciarressi

A esta altura de los acontecimientos, ya no es novedad que la gente tiene una adictiva e innata vocación de creer cualquier cosa que tenga mediana publicidad. En la era de las redes sociales, este fenómeno se ha incrementado a límites de pesadilla si se observa el asunto desde su lado más negativo, y a las fronteras últimas del humor si se lo mira con risueño sarcasmo. Ahora muchos, como si no existieran cosas realmente importantes en el mundo para prender velas y rezar, andan preocupados porque un londinense contó que llegó a las calles de la capital inglesa la Blue Star, una droga que se hizo famosa en el 2012 en Florida, Estados Unidos, cuando un tipo mató a otro y le comió el rostro luego de haberla consumido. Por su aspecto se la llamaba "Sales de baño", pero ahora su denominación ha sido popularmente modificada.

Efectivamente, tras las declaraciones de un adicto a todo lo que provoca adicción al Mirror londinense, el pánico ganó las calles. Este sujeto señaló, palabras más, palabras menos, que la droga "se está haciendo popular en Londres", y que alguien a quien conoce sufrió una muy mala reacción. Y ennumeró temblores, hinchazones, alucinaciones, agrandamiento de las venas del cuerpo y otros asuntos frente a los cuales los mencionados son globos de un cumpleaños de quince. Vaya a saber en qué momento de la escalada del rumor, alguien recordó el caso de Florida, ató cabos y "determinó" (¿?) que esa falopa convierte a la gente en canibal. De allí a la mediatización del pánico no pasó mucho tiempo.

En medio del caos generado en la colonia de hámsters que se mimetizan con el ser humano, alguien recordó que el criminal de Estados Unidos se llamaba Ruby Eugene, había actuado bajo el efecto de una sustancia derivada de la cocaína, se ganaba la vida como dealer de merca en las escuelas, había estado preso por violento, su esposa declaró que "no tenía problemas mentales pero siempre creyó que todos estaban contra él" (¿¿¿...???), y que cuando atacó y comió el rostro de su víctima lo hizo desnudo por el calor provocado en su cuerpo por la droga consumida. Esto bastó para que la droga "Sales de baño" se transforme ahora en la "Droga caníbal" o "Droga zombie", dado que se dice que suprime el dolor. Algunos científicos han dado una explicación tanto o más vaga que la del mito urbano, sospecho que porque no saben decir "no sé" ante las preguntas de los periodistas ingleses. Uno de ellos -el más osado- indicó que los efectos podrían indicar presencia de mefedrona, o anfetaminas, mezcladas con sustancias que potencian sus efectos. Es decir, nada por nada, igual nada.

(Publicado en el diario "La Razón" de Buenos Aires)

Afiche ruso de "Cabaret", de Bob Fosse


Alfred Hitchcock y una carrera en karting contra un fantasma


Buster Keaton y su perro Elmer


25 febrero 2016

Las cenizas del creador de Moka yacen en su cafetera


Por Humberto Acciarressi

Si hay gente que hace de su vida lo que quiere, otro tanto puede pedir para su ingreso en el misterioso universo de la muerte. No por ello, claro, uno debe dejar de sorprenderse. El velorio del hermano narco de "Rosario Tijeras", en un bar, sentado con anteojos negros, con cerveza junto a su mano inerte, una chica bailando para él y rodeado de sus cómplices, es apenas un poroto. Ha habido, en la realidad, ceremonias más ridículas. Desde difuntos parados en un rincón de la casa velatoria hasta montados sobre una moto, simulando ir a gran velocidad, pasando por boxeadores recibiendo el último adiós en un ring, o fanáticos de internet en ataúdes que simulan grandes computadoras, o aquel rapero que se hizo velar en su Lamborguini de color amarillo. Claro que para que sucedan estas cosas tiene que existir la complicidad póstuma de sus familiares y amigos, como también es verdad que todos nos rodeamos de locos parecidos a nosotros.

Hace unos años -ya no recuerdo cuántos- escribí sobre Fredric J. Baur, el creador del envase de las famosas papas Pringles. El hombre, orgulloso de su invento, le había pedido a sus allegados que cuando muriera, sus cenizas fueran enterradas en uno de los conocidos y simpáticos cilindros. Y amigos y familiares le cumplieron el deseo. El hombre falleció, ya nonagenario, y en la actualidad sus restos se encuentran en el cementerio de Springfield (no la ciudad de los Simpson) dentro de uno de los envases que creó. No recuerdo haber comido nunca más una papita de esa marca desde que me senté a escribir sobre aquel lejano episodio y confieso que cada vez que voy a un supermercado y veo uno de esos cilindros, miro hacia otro lado.

Ahora, en la senda de estos extraños sujetos, dejó este mundo Renato Bialetti, popularmente conocido como "el rey de la cafetera". El tipo, que tenía 93 años, fue el inventor (Luigi Da Ponti fue el titular de la patente como testaferro, dice la leyenda) y quien popularizó la célebre Moka Express para hacer café, quien contó para eso con la ayuda del magnate Aristóteles Onassis. La máquina, que en la década del cincuenta hasta llevó una caricatura de su creador realizada por el creador de cómics Paul Campani, llegó a exhibirse en museos (incluyendo el MoMA de Nueva York), fue un ícono de la posguerra italiana y las cifras más conservadoras precisan que se vendieron de ella más de 330 millones de unidades, además de figurar en el Libro Guinness. Aunque Bialetti vendió la marca en los años 80, le dejó escrito a sus familiares que al morir quería ser enterrado en una cafetera. Y eso ocurrió ahora. Sus tres hijos llegaron al pueblo natal del hombre con sus cenizas en una Moka, que el sacerdote bendijo antes de darle cristiana sepultura. Se ignora si después se fueron a tomar un cafecito.

(Publicado en el diario "La Razón" de Buenos Aires)

El barrio de Balvanera, Buenos Aires, en el pasado

Antiguo Mercado de Abasto, sobre la Avenida Corrientes, en una postal de comienzos del siglo XX
Estación Once en 1900
La Plaza 1º de Mayo (nombre que tiene desde 1925 aunque fue inaugurada en 1928), en Alsina y Pasco, en su momento fue el  "Cementerio de los disidentes". El 14 de septiembre de 1891 se dispuso la clausura definitiva de este cementerio, aún cuando la última inhumación se realizó el 5 de noviembre de ese mismo año. En 1915 fue demolida la capilla que se encontraba sobre la calle Hipólito Yrigoyen y en 1923 se concluyó con el traslado de los restos. Esta foto es de 1865.


Hospital Español, en Avenida Belgrano y Dean Funes, en 1908
Farmacia en Moreno y Pichincha en el año 1910

El Mercado Rivadavia, ubicado en la Avenida Rivadavia 2349, fue inaugurado en febrero de 1882. Tenía otras dos entradas: una sobre Azcuénaga y otra en Bartolomé Mitre, por donde entraban los carros. El mercado fue vendido en 1937
Hospital Ramos Mejía en 1885
Cruce de las Avenidas Belgrano y Entre Ríos en 1898
Mercado San Cristóbal, en el cruce de las Avenidas Independencia y Entre Ríos, en 1903

Antiguo Centro Gallego, en Avenida Belgrano 2139
Mercado Modelo en 1890. Estaba sobre la calle San José (hoy Sáenz Peña) y fue demolido para comunicar la Avenida de Mayo con la Plaza Lorea (que forma parte de la Plaza del Congreso) 
El Teatro Marconi fue construido en 1903 en la Avenida Rivadavia 2314 y demolido en 1967
El Colegio San José (en la foto circa 1877) fue el primer instituto privado incorporado a la enseñanza obligatoria. La fotografía muestra la actual esquina de Perón y Azcuénaga. Atrás, a la izquierda, la Iglesia de Balvanera. En la calle puede verse un círculo a la derecha, que es un pozo de agua
Cruce de las Avenidas Callao y Rivadavia en 1926
Plaza Miserere en 1889
Antigua foto del alisado de la Avenida Rivadavia, entre Combate de los Pozos y Sarandí


Iglesia Santa Rosa de Lima, en la Avenida Belgrano y Pasco, en 1934
Cine "La Armonía" (luego Lumiere y finalmente Casseaux), en la Avenida Belgrano 3272, en el año 1910 
Tanque de agua corriente en la antigua Plaza Lorea, que hoy forma parte de la Plaza del Congreso. El tanque fue demolido en mayo de 1910 
La Casa del Pueblo, sede del Partido Socialista, fue inaugurada en 1927 en la Avenida Rivadavia 2150. En la foto del año de su inauguración se observa la entrada del subte de la Estación Pasco. El 15 de abril de 1953, las falanges fascistas del segundo gobierno peronista, le prendieron fuego al edificio, en donde funcionaba una biblioteca obrera con 150.000 volúmenes y la redacción de "La Vanguardia". Permaneció en ruinas durante 21 años y finalmente fue demolida en 1974, bajo otro gobierno peronista. Desde entonces allí hay un terreno baldío.

Arreglos en la Avenida Rivadavia, entre Rincón y Pasco, en 1942. Se observa la Rotisería Bellagamba y la entrada de subte de la Estación Pasco, clausurada en 1953

Primera Confitería El Molino, ubicada en Callao 10, a comienzos del siglo XX

Construcción de la segunda Confitería El Molino, que reemplazó a la anterior, en una foto de 1915

La segunda Confitería El Molino fue inaugurada el 9 de julio de 1916, aunque recién en 1917 estuvieron finalizadas las obras. La foto es de entonces.

Brie Larson, una bella candidata al Oscar







Colectivo 3, de Once a Ballester, en 1934


Tiempo



"Hay que disfrutar de la vida. Hay mucho tiempo para estar muerto" 

 Hans Christian Andersen

Los buenos escritores


"Los buenos escritores son aquellos que conservan la eficiencia del lenguaje. Es decir, lo mantienen preciso, lo mantienen claro"

Ezra Pound

Con "La quimera del oro" arranca La Linterna Mágica


Por Humberto Acciarressi

El domingo 13 de marzo en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131, a las 16.30), dará comienzo el ciclo 2016 de cine infantil “La Linterna Mágica”. El mismo es un club de cinematografía internacional para chicos de 6 a 12 años, que tiene como característica que antes de cada presentación, los chicos asisten a una obra teatral a modo de introducción. En la misma se trabajan conceptos relacionados con la película que se proyectará y con el cine en general. Se trata de una interesante e importante forma de acercar a los chicos al arte desde el mismo arte, y fomentar en ellos una mirada crítica. La Linterna Mágica fue creada en Suiza a comienzos de la década del 90, y muy rápidamente se extendió por Europa y algunos países africanos. Las películas, en general, abarcan todas las épocas del cine, los países, las lenguas y las estéticas más diversas.

Vale aclarar que Argentina es el primer país de América en contar con La Linterna Mágica desde 2008. En su noveno año consecutivo de existencia en nuestro país, tiene programadas nueve funciones en Capital Federal. Para el arranque en el Konex se ha optado por "La quimera del oro", el clásico de Charles Chaplin del año 1925, una de las más tristes en su realismo y más melancólica en los padecimientos de sus personajes, entre los films referidos a la fiebre del oro en los Estados Unidos. Con escenas clásicas, naturalmente, del incomparable Charlot. Un buen comienzo anual para un programa que apunta a la educación del niño espectador, a alimentar la mente y la emoción de quienes ya son el futuro.

Por su lado, Mariano Bassi, interprete del papel de "Ingenuo" en las obras teatrales previas a la función, nos dice que "el espectáculo es sólo para niños! Los adultos se quedan afuera. Los chicos entran solos y en la sala los esperan los monitores de la Linterna Mágica para ayudarlos y acompañarlos en esta maravillosa experiencia". Y agrega: "Todos los meses nos esperan películas de diferentes autores y técnicas. Cine mudo, sonoro, pelis de dibujos de todo el mundo… y mucho más!". Y enfatiza la obra previa: "En la pequeña pieza de teatro previa le explicamos todo! Ahí yo soy uno de los actores que comparten con los espectadores este maravilloso proyecto pedagógico. Contamos acerca de la trama, la técnica, sobre la vida del director o del actor… es súper divertido! Me encanta ver como los chicos aprenden de cine, porque después a la salida le cuentan a sus padres, tíos, acompañantes todo lo divertido que pasó en la función. Este año arrancamos con La Quimera del Oro, de Charles Chaplin, con música en vivo. El siempre nos sorprende con sus geniales películas y nos enseña una manera diferente de ver la vida. En momentos complicado siempre se puede reír y nunca perder la esperanza”.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)


Un homenaje al Instituto Di Tella en el Bellas Artes

ROMERO BREST EN EL "SILLON DI TELLA"
Por Humberto Acciarressi

Esta historia, curiosamente, arrancó en la comuna italiana de Capracotta, en la región de Molise, en 1892. Allí y en esa fecha nació Torcuato Di Tella, que por esas cosas de las inmigraciones que poblaron la Argentina llegó a los 13 años a nuestro país. Ya de pibe, este "tanito" era un creativo inquieto y amante de las aventuras. En ese marco se embarcó para Italia en 1914 para participar en la Primera Guerra Mundial y retornó a Buenos Aires en 1918 para anotarse en la UBA, convertirse en el fundador de la Sección Industrial Amasadoras Mecánicas, que todo el mundo conoce como SIAM, y cultivar su amistad con Enrique Mosconi, el pionero de la explotación petrolífera argentina. Entre esa época y su muerte en la patria adoptiva, Torcuato Di Tella ayudó a la lucha antifascista, trajo a su fábrica a partisanos que peleaban contra Mussolini y debieron emigrar de la península mediterránea, fue representante argentino en la OIT y tuvo dos hijos, Guido y Torcuato. En 1958, a una década de su fallecimiento, su familia fundó el Instituto Di Tella, para la promoción de los artistas locales.

Vanguardista en las ciencias y en las artes, con destacados directores y referentes en cada una de sus áreas, por ese centro pluralista pasaron artistas como Alberto Ginastera (titular del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales), Marta Minujin, León Ferrari, Edgardo Giménez, Gerardo Gandini, Gyula Kosice, Federico Peralta Ramos, Les Luthiers, Antonio Seguí, Clorindo Testa, Roberto Villanueva (a cargo del Centro de Experimentación Audiovisual) o sociólogos, economistas, ensayistas, críticos e historiadores de la talla de Jorge Romero Brest (a cargo, entre otras cosas, del Centro de Artes Visuales), Enrique Oteiza (director ejecutivo del Di Tella durante una década), Juan Carlos Torre, Natalio Botana, Tulio Halperín Donghi, Ezequiel Gallo, Rolf Mantel, Héctor Diéguez, entre muchos otros más. El Di Tella, como tantas otras entidades que promovían la cultura, sufrió la censura del gobierno de facto de Onganía. Una de las últimas fue la muestra "Baños públicos" de Roberto Plate, en la que el público pintaba grafitis que molestaron a los censores. El Instituto fue cerrado en 1970.

Ahora, precisamente en el marco de la exposición antológica "Buenos Aires-Paris-Buenos Aires" de Roberto Plate, el Museo Nacional de Bellas Artes (Avenida del Libertador 1473), entre el 2 y el 8 de marzo se llevará a cabo el ciclo "A medio siglo del Di Tella" (ignoro qué fecha se toma para ese nombre, dado que no coincide ni con el inicio ni con el cierre). Lo cierto es que en esta merecida evocación tendrá algunos hitos como el reportaje público que Rodrigo Alonso le hará el 2 de marzo a las 19 a Marta Minujin; o el que tendrá a su cargo Catalina Dlugi a Kado Kostzer bajo el tíitulo "La generación Di Tella y otras intoxicaciones" el 3 de marzo a las 19. Asimismo, el viernes 4 a las 19 habrá una mesa redonda en la que debatirán Eduardo Costa, María José Herrera y Ernesto Arellano. Los días 5,6 y 8, de 17 a 20 en las escalinatas del museo, habrá intervenciones performáticas de Natacha Berezan, Luciana Demichelis, Victoria Keriluk, Gustavo Slep, entre otros. Además, el 7 de marzo a las 19.30, en el Auditorio Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes (Avenida Figueroa Alcorta 2280), se proyectará la película "Invasión", de Hugo Santiago Muchnick, escrita por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. En síntesis, un rico homenaje al instituto que revolucionó la cultura en la década del 60 argentina.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)