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12 mayo 2018

Sentada en un salón perfectamente decorado


" (...) No puedo olvidarla, sentada en su salón perfectamente decorado, con sus bellos ojos enrojecidos por la ginebra y las lágrimas, asintiendo y asintiendo con la cabeza una y otra vez, tragándose cada una de las palabras mezquinas que me inspiraba la ginebra y todas las culpas que yo le echaba por el fracaso de mi libro, por mi derrota, por mi frío infierno. Y ella asentía y asentía con la cabeza una y otra vez, mordiéndose los labios, conteniendo cualquier muestra de venganza y tragando, porque, mientras ella era fuerte porque estaba segura de sus dones, yo era débil y paranoico porque no estaba seguro de los míos, y porque ella sabía que una verdad repentina que me dijese sería mortal (...)"

Truman Capote
(Fragmento del capítulo "Monstruos perfectos" de "Plegarias atendidas")

22 septiembre 2016

La verdad según Capote


"Que una cosa sea verdad no significa que sea convincente, ni en la vida, ni en el arte"
Truman Capote

28 febrero 2016

Los misterios que dejó la muerte de Harper Lee


Por Humberto Acciarressi 

Días atrás, el mismo día que Umberto Eco, en Monroeville, Alabama, murió Harper Lee. La escritora, que se hizo célebre a comienzos de la década del 60 por su novela "Matar a un ruiseñor", que le valió el Pulitzer de Ficción de 1961, una película, numerosas obras de teatro y hasta condensaciones del Libro del Mes y del Reader´s Digest (es decir, la Biblia y el calefón en palabras de nuestro Discépolo), se había convertido en una especie de Salinger, Pynchon, Garbo o Hughes. Había resuelto pasar inadvertida, lo que logró hasta el día de su reciente muerte, cuando muchos se acordaron de aquella obra sobrevalorada, que trata con singular superficialidad los temas terribles de la injusticia racial y la violación. El libro, del que se vendieron 30 millones de ejemplares, transcurre en un pueblo inexistente del sur de los Estados Unidos, en la década del 30, centrado en el proceso contra un negro acusado de haber violado a una mujer blanca. A su abogado, Atticus Finch, es imposible no verlo como Gregory Peck, que lo interpretó en cine y que le valió - inconcebiblemente tratándose de tan gran intérprete- el único Oscar como actor. 

Harper Lee, siendo una chica que no congeniaba con nadie de su género, fue vecina de otro niño, que era considerado "muy suave" por sus amigos: Truman Capote. Era casi inevitable -de acuerdo a lo que se sabe- que se hicieran amigos, y muy buenos. Cuando la mujer escribió "Matar a un ruiseñor" tenía 34 años. Su vecino dos más que ella, y en ese momento ya era autor de tres novelas (entre ellas "Desayuno en Tiffany´s"), dos volúmenes de cuentos y varios editados en diarios y revistas, una obra de teatro, un musical, un guión y hasta el célebre retrato de Marlon Brando. Incluso se dice que Truman corrigió y escribió algunas partes del libro de Harper, sobre un original que ella -en cierto momento- había tirado por la ventana. Es dable imaginar a un gran escritor tratando de arreglar algo sin ofender a su mejor amiga Y tal vez nunca se sepa en dónde residió el éxito de esa novela que por momentos parece para chicos ¿Acaso en esas correcciones de Capote? Ahora están los dos muertos. Sí existe un dato para tener en cuenta: Harper Lee nunca escribió otro libro que "Matar a un ruiseñor". 

Hay que hacer una aclaración. El año pasado, con su nombre en la tapa como autora, fue editado después de varias décadas "Ve y pon un centinela". Quiso ser una secuela de aquella historia sureña, tan mal escrita que se sospecha que era el verdadero original de la obra de 1960 aunque sin correcciones. Se debe destacar que el propio Capote contó en una oportunidad que él mismo era uno de los personajes del libro de su amiga, y que ambos solían ir juntos a presenciar juicios "en lugar de ir al cine". Recordemos, en este sentido, que Harper Lee acompañó a Truman a Holcomb, donde una familia de granjeros había sido asesinada, y trabajó junto a su amigo en los reportajes que luego dieron como fruto "A sangre fría", el clásico capotiano que inauguró la corriente llamada Non Fiction, fuente además del Nuevo periodismo. Capote falleció en 1984, Harper Lee hace un par de días, es decir 32 años más tarde. Y como para redondear este asunto, estamos a cinco décadas de la publicación de "A sangre fría". 

(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)

Harper Lee y Truman Capote
Gregory Peck y Brock Peters en la
película basada en el libro,
dirigida por Robert Mulligan

01 octubre 2015

Cualquier motivo sirve para recordar a Truman Capote

TRUMAN CAPOTE EN LA CELEBRE FOTO
DE HENRI CARTIER-BRESSON, DE 1947.
Por Humberto Acciarressi

Hay quienes para escribir sobre alguien esperan algún dato especial de su biografía. A veces es necesario e incluso importante. En ocasiones es ocioso. En mi caso, no soy fanático de las efemérides, aunque en ciertas oportunidades sirven de ayuda-memoria. Durante esta jornada, en las redes sociales se han mencionado varios nombres vinculados con el 30 de septiembre. Cuando observé el de Truman Capote nacido en esa fecha de 1924 me dije ¿por qué no? Especialmente dado que hace rato que no le dedico unas líneas a uno de los escritores más brillantes del siglo XX y, además, maestro impar del periodismo. Desde los tiempos en que casi un adolescente escribió "Otras voces, otros ámbitos" y posó con cara de enfant terrible para Cartier-Bresson, hasta que le gritó al mundo "soy alcohólico, soy drogadicto, soy homosexual, soy un genio", el escritor comenzó a plantar las semillas de la "capotemanía" que estallaría después de su muerte, en agosto de 1984.

Muchas veces he pensado sí Dalí, de tanto fingir que estaba loco, no terminó sus días creyéndose un caracol por haber sido devorado por su personaje. Es decir, Dalí -un genio- fue trabajando su locura hasta hacerla real. Con Capote pasó algo inverso: siempre trató de guardar las formas, pero su costado más excéntrico -no demencial, como el del catalán- llegó a ocupar el todo. Quiso "portarse bien" y fue ganado por el escándalo. Y cuando probó el plato, le gustó y siguió de mil formas (basta leer sus cartas y las biografías escritas sobre él). Como periodista, Capote entrevistó o se codeó con los personajes más célebres de su tiempo (los reportajes a su amiga Marilyn Monroe y al malhumorado Marlon Brando, a quien hizo confesar su homosexualidad, son memorables), y algunos de ellos fueron minuciosa y cruelmente desmenuzados por su pluma. Así arrojó por la borda la supuesta virilidad de Errol Flynn al confesar que había sido su amante; o manifestó que "Jane Fonda es para vomitar"; o dedujo que "Robert De Niro es el hombre invisible, ya que no existe"; o confesó: "Meryl Streep me fastidia porque parece un pollo" (y es verdad, añado yo, la gran actriz parece un pollo).

Entre otras anécdotas - mientras escribía sus obras maestras literarias y el alcohol y las drogas lo llevaban de la melancolía a las clínicas de rehabilitación- se encuentra cuando la revista Rolling Stone lo mandó a cubrir la gira norteamericana de los Stones en la que los británicos promocionaron su placa "Exile on Main St". El escritor, por ese tiempo ya célebre, fue acompañado por la escritora Lee Radziwill, esposa de un príncipe polaco y hermana menor de Jacqueline Bouvier, es decir Jackie Kennedy, viuda del presidente asesinado en Dallas casi una década antes. Capote, para no andar con vueltas ni justificativos, no se bancó a los Rolling. No sólo escribió pestes sobre ellos, sino que abandonó la gira en Nueva Orleans con finas pero feroces ironías. Y así siguió su vida, con su genio, su sombrero Stetson, el moño y los anteojos negros. En 1978 llegó a anunciar su suicidio en cámaras, que para desgracia de muchos no cumplió.

En cuanto a su labor literaria y periodística, no está mal detenerse en "Desayuno en Tiffany". "Otras voces, otros ámbitos", "Música para camaleones" y otras. Pero la obra maestra del siglo XX, "A sangre fría", con la que creó la "non fiction novel", es un libro al que deberían prestarle más atención los jóvenes periodistas y/o escritores. Más de 200 veces visitó Capote a Perry Smith en su celda (condenado a muerte junto a Dick Hickock) para escribir el relato más estremecedor -junto con "El extranjero" de Albert Camus- sobre la pena capital. Es verdad que Truman era un loco lindo, como decimos los argentinos, pero lo fundamental es que fue uno de los exponentes literarios más genuinos del siglo. Y su obra, más que deudora, fue acreedora de otras posteriores. Por mal que le caiga a los seguidores de Norman Mailer, que criticó duramente "A sangre fría" y después siguió los mismos pasos con "La canción del verdugo". Cuando su anfitriona en Los Angeles lo encontró muerto en su cuarto, Capote estaba corrigiendo páginas de "Plegarias atendidas", el libro que abre con una frase de Santa Teresa: "Se han derramado más lágrimas por las plegarias atendidas que por las que quedaron sin respuesta". Tal cual.

(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)

TRUMAN CAPOTE BAILANDO CON
SU AMIGA MARILYN MONROE
TRUMAN CON EL ASESINO PERRY SMITH

05 julio 2015

El genio despiadado de Truman Capote


Por Humberto Acciarressi

Hay que admitir que nunca le salió demasiado bien, pero hay constancias de que Truman Capote siempre trató de "guardar las formas", incluso con sus desafíos verbales al estilo de "soy alcohólico, soy drogadicto, soy homosexual, soy un genio". A veces, hacer escándalos es una forma de pasar inadvertido. En 1947, cuando recién dejaba la adolescencia, escribía "Otras voces y otros ámbitos" y se preparaba para crear los recursos literarios que renovarían la escritura del siglo, posó con cara de niño terrible para Henri Cartier-Bresson. La foto célebre es, ni más ni menos, lo que Truman esperaba de sí mismo. Fue uno de los literatos más genuinos del siglo, y su obra, más que deudora, es acreedora de otras posteriores. Y esto por mal que le caiga a los seguidores de Norman Mailer, que criticó duramente "A sangre fría" y después siguió sus pasos con "La canción del verdugo", publicada casi quince años más tarde.

Capote fue autor de varias hazañas: se codeó con los poderosos y luego los desmenuzó con crueldad prolija.Hay que señalar, para no ser injustos, que sus "víctimas" del jet-set adoraban ser viviseccionadas por este geniecillo que con dos adjetivos podía hundir o elevar a cualquiera. Entre tanto periodismo cholulo y sin contenido, el de Capote -tanto ayer como hoy- resulta incómodo. Sobre todo si eso va acompañado por reportajes como los realizados a Marilyn Monroe o al siempre malhumorado Marlon Brando, a quien hizo confesar su homosexualidad. Y ni hablar de las más de 200 veces que visitó a Perry Smith en su celda (condenado a muerte junto a Dick Hickock) para escribir la obra maestra del siglo XX, "A sangre fría", con la que creó la "non-fiction novel". Las nuevas generaciones de periodistas deberían dedicarle más tiempo a la obra de este loco lindo de las letras.

Este seductor endiablado, confeso "necesitado de afecto", no dudó en arrojar a los perros la virilidad de Errol Flynn al hacer público que había sido su amante. O en calificar que "Jane Fonda es para vomitar"; "Robert De Niro es el hombre invisible: no existe";o "Meryl Streep es fastidiosa porque parece un pollo". Alcohol y drogas lo llevaron de la melancolía a las internaciones. En 1978 anunció su suicidio en cámaras. No cumplió. Vivió unos años más con su sombrero Stetson, el moño, los anteojos negros y su genio provocador. Capote había nacido el 30 de septiembre de 1924; falleció en agosto de 1984, días antes de cumplir sesenta. Su anfitriona en Los Angeles lo encontró muerto en su cuarto, trabajando en "Plegarias atendidas", el libro que abre con la frase de Santa Teresa que conocemos gracias a él: "Se han derramado más lágrimas por las plegarias atendidas que por las que quedaron sin respuesta". Se puede sospechar que le hubiera gustado vivir un par de meses más, para terminar la obra y asistir a su propia fiesta de cumpleaños.

(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)

06 junio 2014

"Exile On Main St", una gira célebre y Truman Capote


Por Humberto Acciarressi

El príncipe Rupert Lowenstein, un personaje fuera de serie, asesor financiero de los Rolling Stones, allá por el comienzo de la década del setenta juntó a los miembros de la banda británica y les dijo sin pelos en la lengua: "Se escapan del país por dos años o el fisco los manda a la bancarrota". Los laboristas de Harold Wilson se la tenían jurada a varios millonarios, entre ellos los Stones. Por las dudas, los músicos ni lo pensaron. En julio de 1971 levantaron campamento del Reino Unido y desembarcaron con equipos, colaboradores y amigos en un castillo en el sur de Francia, alquilado por Keith Richard. Como dato de color (o de color negro trágico) el lugar había sido cuartel general de la Gestapo en el transcurso de la ocupación nazi de Francia durante la Segunda Guerra Mundial.

Como ya te imaginás, en poco tiempo el castillo se convirtió en un reino de la psicodelia, con música y excesos de todo tipo, que culminó con una placa mítica e iconográfica de los Stones: "Exile on Main St". Jagger and company llegaban de "Sticky Fingers" y, entre experimento y tradición grupal, alcanzaron una impresionante fusión de géneros, del rock al jazz, del boogie al rockabilly, del gospel al country. De aquella aventura no sólo quedó un disco que a comienzos de junio de 1972 ya había superado todas las barreras en Estados Unidos e Inglaterra, sino también un documental, "Stone in Exile", sobre el que ya nos referimos oportunamente. Entre los más destacados críticos del rock mundial, Lester Bangs escribió: "Exile es lo suficientemente denso como para ser apremiante. Es muy dificil de escuchar a la primera vez, pero la perfección y la furia aparecen escuchándola con cada reproducción, que además asegura tu vuelta al disco".

Lo cierto es que la placa, que con el tiempo pasó a figurar entre las más importantes de todas las épocas por las revistas especializadas, llevó a los Stones a una gira promocional por América en junio y julio de 1972. Fue tan importante el acontecimiento, que las publicaciones asignaron a sus mejores periodistas. La Rolling Stone envió nada menos que a Truman Capote, quien estuvo acompañado por la escritora Lee Radziwill, por entonces esposa de un príncipe polaco y hermana menor de Jacqueline Bouvier, es decir Jackie Kennedy, Lamentablemente, Capote se llevó una pésima impresión del grupo. En criollo, no se los bancó. Escribió pestes y, en Nueva Orleans, se bajó del tren de la gira como solía hacerlo el autor de "A sangre fría": con finas y feroces ironías. The Tonight Show lo tuvo de invitado durante varias emisiones, durante las cuales -con su sarcasmo impar- les pegó por todos lados a los Stones. Ese desencuentro, sin embargo, no disminuye ni a uno ni a otros. Tanto Truman como los Rolling están donde están sin necesitarse mutuamente. O, mejor aún, a pesar de sus desavenencias.

(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)





06 enero 2007

El incómodo Truman Capote


Por Humberto Acciarressi

Aunque nunca le salió demasiado bien, Truman Capote siempre jugó a guardar las formas, incluso con sus desafíos verbales al estilo de "soy alcohólico, soy drogadicto, soy homosexual, soy un genio". En 1947, cuando recién dejaba la adolescencia, escribía "Otras voces y otros ámbitos" y se preparaba para crear los recursos literarios que renovarían la escritura del siglo, posó con cara de niño terrible para Henri Cartier-Bresson. La foto es, ni más ni menos, lo que Truman esperaba de él mismo.

Lo que pocos sabían es que por entonces ya había escrito un libro - "Summer Crossing"-, que años más tarde juró haber destruido. No fue así. O porque le faltó coraje, o porque imaginó que algún día valdría algo. Hace unos meses salió a la luz en una subasta, Random House se puso en primera fila, y luego de superar algunos pruritos fue publicada como la obra que un genio escribió a los 19 años.

La literatura atraviesa, desde hace un tiempo, una "capotemanía". No está mal por varios motivos. El fundamental, que es uno de los exponentes literarios más genuinos del siglo y su obra, más que deudora, es acreedora de otras posteriores. Por mal que le caiga a los seguidores de Norman Mailer, que criticó duramente "A sangre fría" y después siguió sus pasos con "La canción del verdugo".

Truman es autor de varias hazañas: se codeó con los poderosos y luego los desmenuzó con crueldad prolija. Puede decirse, incluso, que las "víctimas" del jet-set adoraban ser vapuleadas por ese geniecillo que con un par de adjetivos podía hundir o elevar a cualquiera. Entre tanto periodismo cholulo, Capote resulta incómodo. Sobre todo si eso va acompañado por reportajes como los realizados a Marilyn Monroe o a Marlon Brando.

Truman, seductor endiablado, necesitaba afecto. Pero no dudó en arrojar a los perros la virilidad de Errol Flynn al confesar que había sido su amante. O en calificar: "Jane Fonda es para vomitar"; "Robert De Niro es el hombre invisible, no existe"; "Meryl Streep me fastidia porque parece un pollo". Alcohol y drogas lo llevaron de la melancolía a las internaciones. En 1978 anunció su suicidio en cámaras. No cumplió. Duró unos años más con su sombrero Stetson, el moño, los anteojos negros y su genio descomunal.

Capote había nacido el 30 de septiembre de 1924; falleció en agosto de 1984, días antes de cumplir sesenta. Su anfitriona en Los Angeles lo encontró muerto en su cuarto, trabajando en "Plegarias atendidas", el libro que abre con una frase de Santa Teresa: "Se han derramado más lágrimas por las plegarias atendidas que por las que quedaron sin respuesta". Hubiera esperado vivir un poco más. Cuestión de terminar la obra y asistir a su propia fiesta de cumpleaños.

(Publicado en "Tiempo de Arte")