14 noviembre 2015

John Updike, cronista del adulterio urbano


Por Humberto Acciarressi

Cuando tenía unos veinte años, John Updike seguía con su ya lejana idea -a pesar de la corta edad- de convertirse en un nuevo Walt Disney. Desde los trece dibujaba magistralmente, se especializaba en las caricaturas y enviaba sus trabajos a The New Yorker. Sin embargo, en determinado momento -su madre siempre lo alentaba en uno u otro sentido- advirtió que lo "suyo" era la escritura. Y comenzó a dedicarse a ella con entusiasmo, lo que motivó que los envíos a la célebre revista cambiaran de dibujos a relatos y crónicas. En una de sus biografías se menciona que por entonces decía que Estados Unidos necesitaba un escritor "que desee ser grande y popular". De una manera casi imperceptible, Updike unió sus dos pasiones, subordinó una a la otra en lo que atañe a la observación, y se consagró a convertirse en ese literato.

Fue de esa manera que desde el inicio de la década del sesenta fue un full time de la narrativa, la poesía, el ensayo, y sobre todo un ácido analista de la vida suburbana de los Estados Unidos de esos tiempos. Y en tal sentido creó una de las sagas literarias más extravagantes y multitudinariamente seguidas en el mundo literario: la de su personaje Harry Angstrom, “Conejo” para sus lectores. Así nacieron “Corre, Conejo”, “El regreso de Conejo”, “Conejo es rico” y “Conejo en paz” (con estos dos ganó dos Pulitzer), “Conejo en el recuerdo”, e innumerables obras. Fue autor, además, de “Las brujas de Eastwick”, llevada magistralmente al cine por George Miller, con Jack Nicholson en el papel de Daryl Van Horne y las bellísimas Cher, Susan Sarandon y Michelle Pfeiffer como las aprendices de hechiceras. En esta novela, Updike aborda los prejuicios enfermizos y moralistas de las pequeñas aldeas norteamericanas, tema que retoma en “Pueblos”. Todo esto motivó que alguien lo llamara, acertadamente, “el cronista del adulterio urbano”. En este sentido no parece casual su frase "el sexo es como el dinero, ya que sólo demasiado es suficiente".

Cuando en el 2009 murió de un cáncer de pulmón, la crítica no venía tratándolo demasiado bien. Para dar un ejemplo, algunos fueron muy crueles con “Busca mi rostro”, de la que se ha señalado que es su obra más feminista. Sin embargo seguía al pie del cañón, e incluso se afirma que cuando escribió “Terrorista” ya estaba muy enfermo. Pero éstos no son más que detalles. El creador de “Conejo” ya hacìa rato que había ganado largamente un lugar entre los más importantes escritores de posguerra. Margaret Atwood, decana de las letras canadienses, expresó a la muerte de Updike: “Ningún escritor norteamericano escribió tantas obras de tanta calidad durante tanto tiempo”. Otros datos sueltos indican que se casó dos veces, tenía cuatro hijos, no se llevaba nada bien con las computadoras, se carteaba con Joyce Carol Oates, no tenía muchos amigos y jamás aceptó utilizar un celular.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)