Por Humberto Acciarressi
En un olvidado folleto publicado en 1909 con el título "La Gran Semana de 1810" y el subtítulo de "Crónica de la Revolución de Mayo", Vicente Fidel López recopiló documentos y cartas que son prácticamente desconocidas que no hacen a la historia de los grandes rasgos, sino a la de los pequeños y sabrosos acontecimientos que le pusieron marco a esa gesta de nuestros primeros héroes patrios. Las cartas, de acuerdo consigna el compilador, llevan las fechas del 20 al 31 de mayo de 1810 y fueron encontradas en el baúl de una tal Marcelina Orma, muerta a los 92 años cuando casi finalizaba el siglo XIX, y que había sido esclava del presbítero Mariano Orma. Parece ser que la mujer era muy charlatana y solía visitar a los López, a quienes les comunicó la existencia del baúl y su contenido. Cuando faltaba un año para el Centenario, Vicente Fidel López alborotó a los historiadores con ese material.
Entre las cartas que salvó la esclava luego liberta de su condición de tal, hay una dirigida a un tal J.R (en esos tiempos había que cuidarse de poner los nombres) del que se ignora todo. El remitente es C.A (presumiblemente Cosme Argerich), quien escribe el mismísimo 25 de mayo que "...todas las muchachas patriotas andan por las calles mojando sus rebozos y sus cabellos de azabache en la lluvia que se ha desatado desde la tarde". Otras misivas coinciden en esto, con lo cual ya no puede seguir negándose que aquel día llovió y bastante. En cuanto a los paraguas, otra esquela de la que ya nos ocuparemos habla de la lluvia y la garúa y "de las señoras con paraguas y con piezas de cintas blancas y celestes". Por otro lado, C.A le cuenta a J.R: "La plaza estaba ocupada por nuestros amigos. La verdad es que había poco pueblo, porque casi toda la oficialidad, la mozada y la tropa estaban reunidas en lo de Miguel de Azcuénaga". Y añade que desde allí "salieron gritando ¡Al Cabildo! ¡Al Cabildo!" algunos patriotas como Manuel Belgrano, Rodriguez Peña, Chiclana y French.
Más adelante en la carta, C.A cuenta los pormenores que concluyeron en la destitución del virrey español Cisneros, la algarabía de los hombres de la revolución ("...menos Moreno, que como tu sabes anda muy desconfiado de Saavedra y su círculo..."). Más tarde, ya con Moreno entre ellos, llegó la jura. "¿Qué crees tú que hacíamos todos sin excepción?", pregunta C.A, y añade: "Llorábamos y llorábamos de todo gozo...Llorábamos como unos niños". Y lo escribe sin pudor ni poses para la historia, ya que eran ellos en definitiva quienes la estaban haciendo.
No hace falta aclarar que si la Semana de Mayo fue el inicio, luego vendrían varias peleas internas (una de ellas causó la muerte por envenenamiento de Mariano Moreno, que no presenció el fin de su obra), el despliegue de las tropas revolucionarias por el país, triunfos y derrotas contra los españoles, hasta la aparición en el escenario bélico-político de un por entonces ignoto teniente nacido en Corrientes llamado José de San Martín, que iba a redondear la revolución de Mayo de 1810 en la Independencia argentina en 1816 (en gran parte instigada por él), antes de cruzar la cordillera de los Andes para dar la libertad a los pueblos de Chile y Perú.
(Publicado en el diario "La Razón" de Buenos Aires)
(Publicado en el diario "La Razón" de Buenos Aires)