Con mayor o menor vehemencia, desde que Vladimir Nabokov publicó "Lolita" en 1955, el escritor cuyo entusiasmo mayor era dar clases y hacer literatura y su divertimento cazar mariposas, sufrió las mil y una. Su novela fue prohibida en varios países (entre ellos Francia e Inglaterra), lo trataron como a un libertino, ni le perdonaron nunca ese enamoramiento real en la ficción del profesor Humber Humber por la adolescente Dolores Haze, cuyo apelativo Lolita el tiempo convirtió en sustantivo. La obra fue llevada al cine en dos oportunidades. La última, con Jeremy Irons y Dominique Swain dirigidos por Adrian Lyne mejor olvidarla. No así la de 1962, la de Stanley Kubrick, con James Mason en el papel del torturado Humber Humber, Sue Lyon como la nena de doce años, Shelley Winters y Peter Sellers en una actuación memorable. La joven actriz jamás quiso volver a oir hablar más de "Lolita" y el propio Kubrick confesó más tarde que de haber sabido los problemas que le acarrearía la película, lo hubiera pensando más antes de filmarla.
En la Argentina, para variar, entre tantos editores fue Victoria Ocampo quien se animó a publicarla en su editorial Sur en 1959. No eran buenos tiempos, con gobiernos tutelados por los militares y la iglesia Católica, y el libro de Nabokov fue prohibido. Por esa época el autor se lamentaba en el hemisferio Norte: "Por culpa mía, ya nadie le pone el nombre de Lolita a sus hijas. He observado, desde hace algunos años, que se da ese nombre a las perritas de aguas, pero no a las niñas". Paralelamente, en nuestro país, algunas voces se levantaban contra la censura de la obra. Manuel Mujica Láinez, otro escritor perseguido por algunos de sus libros - "Bomarzo" entre ellos- sostuvo de "Lolita": "Es admirable, ejemplarmente escrito, que plantea un caso doloroso y cierto". Por su lado, el siempre irónico Jorge Luis Borges satirizaba: "Si no me engaño existe una razón de orden psicológico para que la menos peligrosa de las buenas o malas literatura sea la pornográfica".
A su turno, Ernesto Sábato -que como Borges admitía que aún no había leído la novela de Nabokov- sentenciaba: "Tengo entendido que trata de un prolongadísimo estupro y que el autor es algo así como una cruza de Santos Godino, la Agencia Cook y cierta refinada literatura del New Yorker. No obstante, si autores como Moravia y Graham Greene ya se han pronunciado en su favor, ¿cómo podemos permitir que aquí un funcionario municipal se dé el lujo de prohibirlo?". Y en otras de las tantas manifestaciones del autor del libro, en un reportaje fue consultado sobre qué había querido decir con su novela. El intelectual ruso-estadounidense contestó irritado: "No hay ningún mensaje en Lolita. Yo soy escritor, no telegrafista".
(Publicado en el diario "La Razón" de Buenos Aires)