Por Humberto Acciarressi
Los mitos tienen mucho a favor...y también mucho en contra. Rodolfo Valentino no fue la excepción a la regla. Más bien fue la confirmación. Que el sex-symbol de los años 20, el macho de la historia del cine mudo, el hombre que provocó con su muerte suicidios masivos y copiosos llantos en todo el mundo, era homosexual, ya es archiconocido desde siempre. Las dudas, en todo caso, residen en si era bisexual, lo cual -de acuerdo a sus biógrafos- es poco probable. Esto que hoy no significa nada, hace un siglo era motivo de escándalo y oprobio. Hay un dato irrefutable: nació en la aldea italiana de Castellaneta el 6 de mayo de 1895, con el nombre de Rodolfo Alfonzo Raffaelo Pierre Filibert Gugliemi di Valentina D´Antonguolla. A partir de esa chorrera que casi no entraba en los registros de nacimiento, se conocen dos datos hasta el día en que viajó a América. Fue un pésimo estudiante y cuando murió el padre, le robó dinero a la madre para el viaje.
Embarcado en la tercera clase de un barco de morondanga (es decir, peor imposible), a Rodolfo no le fue bien. Durmió en bancos de plaza, pasó frío y hambre, cortó el césped y lavó autos y platos. Tenía una sola pasión: meterse en los cines de Nueva York para ilusionarse con lo que sucedía en las pantallas, lo mismo que Mïa Farrow en "La rosa púrpura del Cairo" de Woody Allen. Es casi imposible precisar el momento en que el muchacho italiano se llenó el pelo de gomina, se calzó zapatos de charol y se largó a bailar el tango de la mano de una tal Katherine Phelpes, con quien trabajó un tiempo en el Hotel Marylan de Pasadena. A Valentino le gustaba todo lo relacionado a la Argentina, tal vez por la vía del tango. El asunto es que un día se metió en el negocio del cine, hizo de extra en algunas películas mudas e interpretó a un soldado argentino que peleaba en la Primera Guerra Mundial en "Los cuatro jinetes del Apocalipsis".
Con esta película y con "El sheik", "El águila solitaria" y "Sangre y arena" se metió en el corazón de todas las mujeres del mundo. Fue el galán más famoso de la historia del cine. Y aunque las damas no lo sabían, el prefería otros platos. Por eso, su vida sentimental fue un fracaso total. Dicen que por contrato se casó con la bailarina Jean Acker: el matrimonio duró un día. "No quiero oír hablar más de ese dago (italiano)", dijo la chica. Horas después de haber tenido su fiesta de bodas. La única que lo toleró un poco fue su segunda mujer, Natasha Rambova, que era lesbiana. También se separó de ella. Una vez que se cruzaron, Valentino se enamoró de Carlos Gardel. Cuentan que el Zorzal huyó despavorido. Valentino se volvió un tipo intratable. Llegaba de los sets y se revolcaba desnudo sobre las alfombras de su mansión, gimiendo en italiano que era el hombre más desgraciado del mundo. Pocos días antes del estreno de "El hijo del Sheik", al actor se le reventó el apéndice. Duró una semana y murió el 23 de agosto de 1926 a los 31 años. Su leyenda aun continúa.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)
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