Los alemanes no pueden ocultar cierta nostalgia y una considerable bronca por la desaparición de las páginas del diccionario (y del Libro Guinness de los Récords) de la palabra más larga del mundo, que les correspondía hasta el momento. Es verdad que muchos están felices de no tener que pronunciarla nunca más, e incluso hasta parece mentira que alguien haya podido hacerlo alguna vez en su vida. Y sin embargo ...
El término en cuestión es "Rindfleischetikettierungsüberwachungsaufgabenüb ertragungsgesetz", 63 letras que significaban algo así como "ley para la transferencia de tareas de supervisión en el etiquetado de la carne vacuna". Para que tengas una idea, la palabra equivalía a dos abecedarios y medio seguidos. Esta también era conocida con la cacofónica abreviatura "RkReÜAÜG", ley vigente desde 1999, en el estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental.
Lo llamativo es que la abolición de esta curiosidad lexicográfica no se debió a lo inconvenientes que planteaba pronunciarla, sino a que cambió la normativa europea de control de ganado. En rigor, el término nunca fue muy difundido, y podemos entender el motivo. Para los alemanes, la palabra mas larga sigue siendo la muy utilizada: "Kraftfahrzeug-Haftpflichtversicherung" (Seguro de responsabilidad civil de automóviles), de 36 letras. Y sin embargo tienen otras más extensas.Por ejemplo, "Donaudampfschiffahrtselektrizitätenhauptbetrieb swerkbauunterbeamtengesellschaft" (Sociedad de funcionarios subalternos de la construcción de la central eléctrica principal de la compañía de barcos de vapor del Danubio).
Cabe destacar que en inglés, el diccionario Oxford recoge "pneumonoultra microscopicsilicovolcanoconiosis", enfermedad de 45 letras. Y la muy modesta "electroencefalografista", de 23 letras, es el más largo orgullo del diccionario de la Real Academia Española. Una colina de Nueva Zelanda se llama "Taumata whakatangihangakoauauotamateaturipukakapikimaungahoronukupokaiwhenuakitanatahu". Hay otras, pero es casi imposible saber cuál es verdadera y cuál no. Existe un tipo, por ejemplo, que dice que tardó tres horas y media en pronunciar una palabra inglesa. Un payaso.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)