Por Humberto Acciarressi
Para evitar la llamada "adicción a las pantallas", una asociación española acaba de aconsejar a los padres que limiten a sus hijos la diversión de videojuegos. El plazo máximo debería ser dos horas por día. Lo que no están en condiciones de asegurar es el nivel de ira que pueden alcanzar los pequeños, cuando su papá, en un exceso de nostalgia, lo invite a jugar al balero, a las bolitas, a las figuritas o a la rayuela. Puede que, al lado de los chicos exigidos a dejar sus videojuegos, los muertos vivos de la película "Exterminio" parezcan más inocentes que Winnie The Pooh. Pero el fin perseguido es que no entren en el..."¿¡botellón electrónico!?" (ustedes perdonarán, pero se llama así) y que se conecten con la realidad (cuando la conozcan pueden ocurrir que vuelvan corriendo al videojuego).
Pero la entidad española va más allá y recomienda que no se le compren juguetes bélicos, ni que tengan piezas pequeñas que puedan introducirse en la boca "y otros oriificios naturales" (juro que los definen así), ni que funcionen a gasolina, a nafta, a electricidad, ni que tengan dardos o flechas, ni... Tampoco le compre una pelota, ya que pueda romper un vidrio y decapitar al hermano; o una muñeca, porque puede definir su perfil de asesino serial. Pero hay algo que jamás debe hacer un padre. Si su nene, privado de videojuegos, le dice "vamos a pasear", nunca le conteste: "Ahora no querido. Estoy chateando". En el proceso por asesinato, el chico podrá alegar legítima defensa.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)
Para evitar la llamada "adicción a las pantallas", una asociación española acaba de aconsejar a los padres que limiten a sus hijos la diversión de videojuegos. El plazo máximo debería ser dos horas por día. Lo que no están en condiciones de asegurar es el nivel de ira que pueden alcanzar los pequeños, cuando su papá, en un exceso de nostalgia, lo invite a jugar al balero, a las bolitas, a las figuritas o a la rayuela. Puede que, al lado de los chicos exigidos a dejar sus videojuegos, los muertos vivos de la película "Exterminio" parezcan más inocentes que Winnie The Pooh. Pero el fin perseguido es que no entren en el..."¿¡botellón electrónico!?" (ustedes perdonarán, pero se llama así) y que se conecten con la realidad (cuando la conozcan pueden ocurrir que vuelvan corriendo al videojuego).
Pero la entidad española va más allá y recomienda que no se le compren juguetes bélicos, ni que tengan piezas pequeñas que puedan introducirse en la boca "y otros oriificios naturales" (juro que los definen así), ni que funcionen a gasolina, a nafta, a electricidad, ni que tengan dardos o flechas, ni... Tampoco le compre una pelota, ya que pueda romper un vidrio y decapitar al hermano; o una muñeca, porque puede definir su perfil de asesino serial. Pero hay algo que jamás debe hacer un padre. Si su nene, privado de videojuegos, le dice "vamos a pasear", nunca le conteste: "Ahora no querido. Estoy chateando". En el proceso por asesinato, el chico podrá alegar legítima defensa.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)