Por Humberto Acciarressi
Se presentaron miles y miles, se preseleccionaron 50, quedaron 16 privilegiados y finalmente el podio fue para el elegido. Y no nos referimos a Matrix ni a Neo. El afortunado fue un inglés, un tal Ben Southall, un sujeto con cara de nada que se dedica (dedicaba) a juntar plata para obras de caridad, que traducido al argentino significa un manguero que te toca el timbre y te enrosca la víbora invocando la inminente extinción de los caracoles de una playa que no figura en los mapas.
Con esto hay que deducir que tiene labia. Y mucha suerte: acaba de obtener el "mejor empleo del mundo". Southall -a partir de ahora nuestro amigo Ben- se quedó con los 110 mil dólares de sueldo por vivir en la paradisíaca isla de Hamilton (Australia) durante seis meses. Pero no vayas a creer que se la llevará de arriba. Nadie te regala nada. Por ese dinero, el querido Ben tiene que nadar, bucear, gozar del clima tropical, hacer entrevistas a los naturales del lugar y subirlas a un blog, disfrutar de una casa junto al mar, pasear en un carrito de golf eléctrico y sentarse en un spa a tomar jugo de piña.
Esto -hay que decirlo con todas las letras- es la explotación del hombre por el hombre. Por defender a gente como nuestro amigo Ben, murieron los mártires de Chicago. No es casual que de lugares donde la pasan bomba, como el Africa, no se presentara ningún postulante. Nadie deja una esclavitud asegurada por ir a un lugar donde te puede comer un tiburón. Por eso, Ben, estamos con vos. Y si hay que viajar, de onda nomás, pues viajamos.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)