16 mayo 2009

Un año en la vida de San Martín



Por Humberto Acciarressi

Aunque hay quienes citan antecedentes algo perdidos, puede situarse el inicio de la novela histórica con Walter Scott, que impregnó todo el romanticismo del siglo XIX. James F. Cooper, Alejandro Dumas, Víctor Hugo, Alessandro Manzoni, Gustave Flaubert, León Tolstoi. La lista es infinita. Desde la lucha contra el indio en Estados Unidos hasta los "Episodios nacionales" de Pérez Galdós, los escritores no tenían más que levantar la vista de sus escritorios para encontrar material literario, o algunos, como hizo Victor Hugo para escribir el final de "Los miserables", trasladarse al propio escenario, en su caso el de la batalla de Waterloo.

Ya entrado el siglo XX, la corriente no se detuvo. Resulta imposible hacer nombres, ya que en esto no hay fronteras ni generaciones que valgan, desde Ramón Sender y Arturo Barea, hasta los autores del boom. Después llegaron imitaciones de las imitaciones, y la irrupción de libros cortados con el mismo cuchillo. En la Argentina reciente, con honrosas excepciones (Andrés Rivera, Tomás Eloy Martínez y algún otro), muchos abordaron el género aceptando las reglas del mercado y dando una escritura monocorde.

Ahora acaba de aparecer, escrito por Rodolfo Terragno, "Diario íntimo de San Martín", con una bajada que aclara: "Londres 1824. Una misión secreta" (curiosamente, recién sale en Inglaterra una nueva biografía del Libertador, debida a la pluma de John Lynch, de quien los argentinos ya conocíamos su "Juan Manuel de Rosas" y que casualmente, hace muchos años, fue tutor académico de Terragno en Inglaterra). En cuanto al "Diario...", es extraño en el buen sentido, especialmente para quien conoce algo de la vida del prócer. Aunque Terragno aclara que no es una novela, tampoco es historia en el sentido del academicismo historiográfico, y sí puede leerse como una ficción.
El libro está redactado en forma de diario personal (por momentos en tercera persona) y en tiempo presente, pero el material que se ofrece -hasta en el más ínfimo detalle, ya que el autor se ha dedicado al tema durante casi tres décadas- es de documentos oficiales y privados, desconocidos y muy poco frecuentados, pero inobjetables.

De esta forma, el autor llena un presunto vacío en la vida de San Martín, que en ese año de 1824 -contrariamente a lo que se creía - tuvo tanta actividad como cuando hacía la guerra por la independencia. Otro dato no menor que aporta a la originalidad del libro: hay un sitio web que se incluye en el prólogo, para que los lectores, sean historiadores o no, manifiesten sus dudas o sus añadidos. De una forma u otra, Terragno logró hacer de un tema áspero, una historia agradable de leer, y sin padecer la molestia de sentir que a uno le están pasando gato por liebre, como suele ocurrir con ciertas obras de cuyo nombre uno no quiere ni debería acordarse. Con esto sólo bastaría, pero por suerte hay mucho más.

(Publicado en la sección Cultura de La Razón, de Buenos Aires)