Por Humberto Acciarressi
Dos pelados, Luca Prodan y el Indio Solari, sintetizan la mística religiosa del rock nacional. El líder de Sumo murió antes de alcanzar la "santidad", que le llegó después de su último y pobre recital en el estadio de Los Andes. A Carlos Solari, con "Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota", le tocó ejercer el sacerdocio en vida. Y logró lo que no obtuvieron ni Charly, ni Spinetta, ni Soda, ni nadie: convertirse en el primer músico de rock que lleva su propia hinchada allí donde toca. Y siempre, desde "Gulp" hasta "Ultimo bondi a Finesterre" en tiempos redondos, con "El tesoro de los inocentes (bingo fuel)" o "Porco Rex" de solista, el Indio jugó de local.Salvo los Stones, todas las bandas relevantes del planeta se separaron. A los Redondos también les tocó, no sin antes haber dejado una rica herencia. El Indio sigue en la brecha y este fin de semana se presenta en La Plata con Calamaro de invitado. Hace dos meses, en San Luis, la máquina latió ante 36 mil personas. En ese mismo momento, en Buenos Aires y gran parafernalia, se realizaba el Pepsi Music con grandes bandas locales e internacionales. Ninguno, ni Calamaro en el cierre, llegó a las 30 mil asistentes. El Salmón se acercó; los otros no.
Generación tras generación, cuando el Indio dice "Yo sé que no puedo darte más que un par de promesas. Tics de la revolución, implacable rocanrol y un par de sienes ardientes que son todo el tesoro", la gente le cree. Gran música, bella poesía, mucha mística. Son pocos los que resisten el hechizo.
(Publicado en "La columna del editor" de La Razón de Buenos Aires)