El de Melissa P. es un caso curioso. No es una buena escritora y no hay indicios que ella crea serlo. "Cien cepilladas antes de dormir", su ópera prima, tenía ese aire frívolo de ciertos relatos de la Francia libertina y abundaba en tópicos previamente tratados por escritores de todas las épocas, del Aretino en adelante. Pero el fenómeno del diario íntimo de una adolescente ardorosa y desprejuiciada, encima llegada del sur de Italia, la puso en el centro de las miradas. La cifra de casi un millón de ejemplares vendidos dice bastante, aunque cada uno puede sacar sus propias conclusiones. Hay que añadir, además, que la ragazza fue puesta en la picota por cuestiones ajenas a la literatura, injusticia que sus editores de todo el mundo aprovecharon.
Pero Mellisa P. es más ingenua de lo que cuenta en sus libros. Juega con fuego y no parece advertirlo. Por eso, de aquí en adelante tendrá que demostrar que lo suyo es más que "el voyeurismo de los italianos llevado al mundo", como señala riendo. Ahora, los argentinos que se animen pueden leer "Tu aliento", segunda parte de una trilogía que - en sus propias palabras - concluirá dentro de un lustro. "Necesito ese tiempo para cumplir algo de lo que no puedo hablar ahora", dice intrigante, con una sonrisa cómplice que parece ser su sello distintitvo.
-¿El viaje en un barco carguero, nada menos que un mes en el mar, fue por simple promoción?
Te juro que no fue promoción. Simplemente fue por mi pavor a los viajes en avión.
-¿Te pesa mucho el éxito de "Cien cepilladas..."?
Personalmente no me pesa nada. Parece una frase hecha, pero ese libro ya no me pertenece.
-Pero no podés negar que tu nombre está muy vinculado a aquella obra...
Eso es cierto, pero aquel suceso no va a modificar mi futuro literario. Además yo fui madurando, aunque no me arrepiento de nada de lo escrito.
-¿Por qué insistís en ubicarte como personaje de tus libros, y no precisamente en el sentido de Flaubert?
La verdad es que los lectores me hubieran asociado a cualquier personaje mío, aunque no llevara mi nombre.
-¿Y eso te molesta?
Un poco... No mucho (se ríe).
-¿Cómo te tratan tus colegas italianos?
Nada bien. Comenzando en que no me consideran una colega. Me tratan como barro.
-¿Es para tanto?
Y mucho peor.No me perdonan vender mucho.Creo que para ellos no reúno las características que debe reunir un escritor. Algunos best sellers inquietan... Pero eso no es ni malo ni bueno. Tampoco indica nada. La Rowling es buena, pero Coelho es muy malo. Y ambos venden mucho. Algunos de mis críticos, y a ellos los entiendo, directamente no les gusta mi literatura. Y está bien. Pero otros me critican porque soy mujer, soy joven, y para colmo escritora. Italia es muy machista.
-¿Cómo te llevás con la tradición literaria italiana del siglo XX: Ungaretti, Pavese, Calvino...?
Muy bien. En cierto modo yo me siento más contemporánea de ellos que de los autores actuales, que son muy pobres.
-Por lo visto, el mal trato viene por los dos bandos.
La verdad es que me tratan mucho mejor en países como Argentina o Chile, que en Italia.
-¿Cuando eras chica te soñabas escritora?
Empecé a escribir poesía a los cuatro años. Luego la abandoné. Me imaginaba escritora desde bien niña, aunque nunca en el éxito. Mi madre me decía que nunca me iba a ganar la comida con la escritura. Irónicamente, gracias a ella, ahora puedo comer y vivir muy bien.
-¿Tus lectores crecen con vos?
La mayoría sí. Pero con el correr del tiempo van apareciendo otros que los reemplazan. Son las nuevas generaciones.
-¿Seguirás escribiendo sobre tus experiencias?
Y dale con eso (vuelve a reir y en sus ojos reaparece la complicidad). En mis libros hay más ficción de la que creen los críticos y los propios lectores. Lo juro.
(Publicado en La Razón, de Buenos Aires, la última vez que Melissa vino a la Argentina. Había charlado el año anterior con ella, y se había reído de una nota en la que, ciertamente, aniquilé su primer libro. Como escritora es mala, pero como persona es un encanto)