Por Humberto Acciarressi
Hasta donde se sabe, la relación entre Jorge Luis Borges y Horacio Quiroga fue casi inexistente. Ambos, sin embargo, cuentan –como interesante antecedente– con su gusto por el cine, actividad considerada por entonces como "entretenimiento para criadas". Lo que queda claro es que ambos, de una forma u otra, fueron seducidos por las posibilidades de representación del cine, por ese entonces mudo. En el caso de Quiroga, uno de sus últimos artículos se titula "Espectros que hablan" y se refiere –obviamente– al surgimiento del cinematógrafo parlante.
Entre 1918 y su suicidio el 17 de febrero de 1937, el atormentado autor de los "Cuentos de amor, locura y de muerte" dedicó gran entusiasmo en escribir reseñas cinematográficas para las revistas El Hogar, Caras y Caretas, Atlántida y para el diario La Nación. Un libro que acaba de editar Losada –"Cine y literatura", que reúne las crónicas de Horacio Quiroga– revela que se conocen 68 comentarios suyos sobre cine.
En el primero de ellos, se conmueve por el drama del galán Jorge Walsh, a quien considera un buen actor que "tuvo la desgracia de tropezar con la Fox". De acuerdo con el dandy aventurero, a Walsh lo convirtieron en un personaje tipificado que comienza a aparecer en la pantalla "casi desnudo, haciendo gimnasia con gran derrumbe de músculos para particular placer de las niñas". A partir de sus experiencias como narrador de historias y creador de personajes, más el conocimiento cabal de las técnicas rudimentarias del séptimo arte, Horacio Quiroga se convierte en uno de los primeros críticos de cine del país.
No menciona a Buster Keaton, habla del "encanto particularmente poético" de Chaplin, se detiene –y mucho– en el rol de las actrices de entonces, justiprecia a Thomas Ince, le reconoce méritos a Cecil B.de Mille, establece las diferencias entre el teatro y el cine, y le dedica poco y nada al expresionismo alemán. Eso es apenas una parte de su obra en tal sentido.
Y además, como si fuera poco, intenta crear con Manuel Gálvez una empresa cinematográfica y escribe un guión: "La jangada". Esto sin olvidar, claro, que Quiroga realizó su magnífica tarea literaria con varias referencias al cine, ese mismo que denominaba "el archivo de la vida". Paradójicamente, estos escritos ahora pueden darnos algunas claves de su dramática existencia.
(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)
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