02 junio 2007

La culpa ajena de la hija de Pavlov


La noticia tiene un año, pero cayó en mis manos recién ahora y tiene vigencia. Lo único que no pude averiguar es si la mujer sigue viva. Pero vamos a la historia. La hija del famoso académico y fisiólogo soviético Iván Pavlov, Valentina Yermakova, se dedica a salvar perros, en un acto de penitencia por los sacrificios de animales que había practicado su padre en aras de la ciencia. "De niña no entendía por qué desaparecían cada mes los perritos que vivían en nuestra casa. Y cuando supe a qué se dedicaba mi padre decidí penar sus pecados. Renuncié a mi carrera de actriz de cine y dediqué mi vida a salvar animales", relató. 

Su madre tenía 19 años cuando en 1927 empezó a trabajar como ayudante en el laboratorio de Pavlov, quien entonces tenía 77 y trabajaba en su conocida teoría sobre los reflejos condicionados de los perros. Ambos se enamoraron, empezaron a vivir juntos, y seis años más tarde nació Valentina, pero su madre guardó el secreto durante toda la vida y sólo antes de morir, hace dos décadas, reveló a su hija quién había sido su padre. 

Fue entonces cuando Valentina vendió su piso en el centro de San Petersburgo, compró una casucha con una pequeña parcela en el poblado Kirovets, a cuarenta kilómetros de la ciudad, y se dedicó a recoger y a curar a animales abandonados, enfermos y heridos. Llegó a albergar a unos sesenta perros, cuarenta gatos y una veintena de pájaros y aves de corral. Estuvo casada dos veces. "Por los perros -declaró hace un año- he renunciado a mi vida familiar".