02 mayo 2007

Marguerite Duras, la pasión exuberante


Por Humberto Acciarressi

"En un lugar de la Mancha", "Hoy ha muerto mamá, quizás ayer" "Esa mañana, Gregorio Samsa", son algunos de los arranques literarios más famosos. El listado es vasto y suele depender de los gustos. Existe uno que también puede integrar un diccionario de comienzos famosos. Dice así: "Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo: la conozco desde siempre. Todo el mundo dice que de joven era usted hermosa, me he acercado para decirle que en mi opinión la considero más hermosa ahora que en su juventud. Su rostro de muchacha me gustaba mucho menos que el de ahora, devastado". Así comienza "El amante", una de las obras más famosas de Marguerite Duras -hacedora de una vastísima narrativa, directora de una decena de películas, etc-, que le valió el premio Goncourt 1984, una tirada de tres millones de ejemplares, la traducción a cincuenta idiomas y un film mediocre de Jean-Jacques Annaud.

La vida y la obra de Marguerite Duras están atravesadas por la pasión. De la primera, puede decirse que nació en Indochina, cerca de Saigón, poco antes del inicio de la guerra del 14. Fue polémica y jamás eludió la responsabilidad de hacerse cargo de sus ideas. Participó de la Resistencia francesa, se desgañitó contra la intervención francesa en Argelia, se afilió y desafilió al PC y levantó barricadas durante el Mayo francés. El alcoholismo le dio pocas treguas. Cuando le llegó la muerte en 1996, acababa un romance con un joven que le inspiró libros e hizo menos doloroso el cáncer que la mató. Escribir, para ella, era más importante que comer.

De su obra pueden destacarse "Un dique contra el Pacífico", "Los caballitos de Tarquinia", "Moderato Cantabile", "El mal de la muerte", "La vida tranquila". Según dice la leyenda, su primer libro, "La impudicia", apareció porque amenazó con suicidarse si no era editado. Cuando publicó el último - "Eso es todo"-, tenía en su haber casi cincuenta obras y el existencialismo inicial había derivado al nouveau roman. Mientras tanto, en intensos entreactos, tuvo lugar una historia de pasión exuberante y una literatura espléndida que el tiempo sostiene. Lo que no es poco decir de un siglo tan prolífico.

(Publicado en Tiempo de Arte)