16 abril 2007

Hay golpes en la vida, tan fuertes... yo no sé


Por Nora Abdala

Entre la escritura de este verso que inicia el libro "Los heraldos negros" y el poema N° I de "Trilce", media una de las experiencias más penosas en la vida de César Vallejo: su reclusión de 112 días en la Cárcel Central de Trujillo. En el año 1920 fue injustamente acusado de incendiario e instigador de una asonada en su pueblo natal, Santiago de Chuco. Perseguido por la policía, debió huir y refugiarse en una casa de campo, donde finalmente resultó apresado y encarcelado. Gracias a la gestión de amigos e intelectuales fue liberado – juicio pendiente de por medio – y sólo quince años después (cuando el poeta se encontraba definitivamente afincado en París) quedó limpio de los cargos que pesaban sobre él.

La cárcel, para un poeta como Vallejo, que por esos tiempos experimentaba con un giro radical en el tratamiento del lenguaje, le proporcionó una experiencia afín. En ese ámbito escribió varios de los poemas que, luego de una afanosa y dedicada depuración, publicó en el año 1922 bajo el nombre de "Trilce".

El sentimiento de honda comprensión que su sensibilidad profundizó en este período signado por la humillación, repercutió – a la manera de bisagra – hacia una actitud poética sustentada en la compasión. Esta comprensión de los fenómenos humanos límites fueron expresados a través de una palabra que – a fuerza del instinto de recobrar una limpieza perdida – se mostró duramente castigada y un tanto dislocada en relación con los modelos tradicionales, pero también con muchos de los experimentos vanguardistas del momento. La suya era una práctica poética inusualmente personal y en el escenario de la literatura se la ubicó en el incómodo espacio de la incomprensión.

Si la publicación de "Los heraldos negros" (1918) en Lima fue recibida entre el silencio y el desdén; la recepción de "Trilce" resultó aún peor. Esta circunstancia sumergió al poeta en la más absoluta soledad, sólo atenuada por la extremada convicción de la honradez de sus versos. Su personalidad tímida y reconcentrada la daba una austeridad que contribuía a afianzar la empresa revolucionaria que se había propuesto: una transformación poética de la lengua castellana.

Vallejo supo del desarraigo desde siempre: mestizo y pobre, a fuerza de voluntad terminó sus estudios universitarios y sólo fue reconocido como poeta por un grupo de amigos. Poseía una característica inusual para los poetas latinoamericanos que por aquellos años arribaban a Europa: carecía totalmente de interés por obtener fama literaria y, hasta su muerte en París, mantuvo un discreto aislamiento con el mundo de las letras.

Su amigo, Juan Larrea, definió su humildad en forma escueta y dolorosa:"El del poeta peruano es un fenómeno probablemente único. Nació aparte, vivió aparte, si bien diluido en la multitud, y murió aparte. Al desaparecer, hacía quince años corridos que no había publicado ningún libro de versos. Quiere ello decir que el poeta a quien muchos atribuyen hoy importancia excepcional, murió además de aparte, prácticamente desconocido"

Durante todos esos años que estuvo sin publicar y hasta su muerte, continuó escribiendo y los poemas fueron seleccionados bajo la supervisión de su viuda, en un volumen póstumo, “Poemas humanos”, cuyo título - inventado por los editores - quizás nunca hubiera aprobado el autor.

La audacia y temeridad de la palabra poética de Vallejo van de la mano con el sostenido silencio que sobre su defensa realiza el poeta. Un ejemplo curioso lo proporciona una historia ligada a uno de sus poemas. Si se hace una lectura rápida e ingenua del poema N° I de “Trilce”, se advierte inmediatamente que merece una mayor atención. El lector desprevenido deberá recurrir a un diccionario para comprender el léxico poco habitual que oscurece su interpretación. Allí descubrirá que muchas de las palabras insólitas realmente existen, pero que su uso resulta totalmente desacostumbrado. La palabra calabrina que como arcaísmo significa cadáver y en español muy antiguo, olor muy fuerte; hialoidea, que remite al color del cristal; neologismos como tesórea y grupada; coloquialismos, como abozaleada y bulla; expresiones crípticas, como será tarde, temprano y la línea mortal del equilibrio; no hacen más que aumentar la ambigüedad del poema.

Lo que sí no deja lugar a dudas es que guano es el excremento de los alcatraces y que conforma una relación con las islas del paisaje evocado. En pocas palabras, puede decirse que César Vallejo inaugura su revolucionario libro de poemas con una escena de aves que defecan.

Los críticos han realizado variados trayectos en el esclarecimiento de esta poesía compleja y escurridiza. Muchos de ellos profundizaron su búsqueda en el valor simbólico, semántico e ideológico de su vocabulario hermético. De esta manera, ejercieron una especie de traducción que consiste en transformar este nuevo hábito de escribir poesía, de alguna manera anómala, en un discurso ordenado y normal que posibilite su comprensión. Un ejemplo, en referencia al sentido : la propuesta más significativa del poema es subrayar la necesidad de la libertad del artista. Otra interpretación, en términos económicos: las islas son el símbolo de los individuos como subproductos, porque la economía del hombre y su civilización convierten a la creación individual en un excedente. Cada una de estas aseveraciones ha sido debidamente justificada a partir de análisis que dan cuenta de los recursos empleados, como la supresión de los nexos lógico-gramaticales, la sintaxis disgregada y privada de las asociaciones tradicionales, las marcas tipográficas, etc.

Lo cierto es que durante más de cuarenta años no se hizo hincapié en el tan natural acto fisiológico de evacuación aludido en los versos. Evidentemente irritaba que el primer poema - en la tradición generalmente funciona a la manera de un ars poética - estuviese vinculado con los excrementos. Es sabido que a Juan Larrea, exégeta de su obra, le exasperaba la idea.

En 1965, un amigo juvenil, Juan Espejo Asturrizaga, publica en Lima "César Vallejo (Itinerario del hombre: 1892- 1925)". Cuenta en su libro que el poema N° I fue escrito en la cárcel y que cuando le preguntó al poeta acerca de la clave de su significado, éste lo remitió a una escena cotidiana de su reclusión. Cuatro veces al día, en la mañana y en el atardecer, los presos eran sacados de la celda a las letrinas para evacuar el intestino. Los guardias urgían groseramente a los detenidos para que se apuren. El lenguaje, las expresiones (Quién hace tanta bulla, Un poco más de consideración - modismo muy español - y tener bemoles) se vinculan con el acto fisiológico.

¿Por qué tantos años de negación y de interpretaciones fantasiosas? ¿Es importante conocer la anécdota? Evidentemente resulta de gran ayuda y es por eso que las ediciones serias de la actualidad dan cuenta acerca de la situación de enunciación del poema.

Los críticos que continuaron su labor con los nuevos datos aportaron también nuevas consideraciones. Se habló del carácter biológico del poema, de las relaciones dialécticas existentes entre la defecación y el alumbramiento, los excrementos y el tesoro, etc. Lo que tanto tiempo elegantemente se soslayó, emergió transparente.

Si bien es cierto que Vallejo crea en su poesía una materialidad sustantiva donde las cosas entran en rebelión frente a su nombrar habitual y que todo esto supone un desequilibrio del lenguaje con la realidad evocada, también es verdad que nunca el poeta se desvinculó de sus experiencias vitales concretas. A pesar de sus silencios, de sus elipsis, siempre resuena en sus versos el dolor de esos golpes en la vida, tan fuertes.

(Publicado en "Páginas latinoamericanas")