11 agosto 2010

El Santo Grial de los insomnes

Por Humberto Acciarressi

El mundo, grosso modo, podría dividirse entre los que no pueden dormir ni con un licuado de Rivotril, y quienes se clavan un sueño a un costado de la pista de aterrizaje de Ezeiza, en el momento de mayor tráfico aéreo, y hasta se babean como Homero Simpson en la iglesia. La diferencia entre los desdichados de la primera lista y los favorecidos de la segunda, parece ser -dice un estudio- que se debe a un proceso del cerebro diseñado para bloquear sonidos al dormir. Para expresarlo para que se entienda: una especie de silenciador del bocho, gracias al cual la Bella Durmiente pudo dormir cien años sin que la molestara nadie hasta la llegada del príncipe azul (¿acaso un pitufo?).

Frente a estos estudios, ¿podrán desarrollarse medicamentos reguladores que impidan que los insomnes rueguen, noche a noche, con la inducción a un coma profundo? Y los que no pueden levantarse ni con los Borrachos del Tablón cantando al lado de su cama, ¿podrán solucionar ese problema que los ha llevado a perder trabajos, estudios, mujeres y confiabilidad ante el mundo? Entre las costumbres vampíricas y las del dormilón aquel interpretado por Woody Allen, hay un largo trecho. Sólo hay que saber esperar. Por lo pronto, este estudio alienta la ilusión de quienes se despiertan con el zumbido de un mosquito y creen que el sueño es un invento de un fabulista llamado Sigmund Freud. Caso contrario, seguirán encontrando manchas en el techo hasta el fin de sus días.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)

Hey maestra, te diré, lo qué, lo qué, estudié

Por Humberto Acciarressi

♫♫♫ Hey maestra, escuchamé, el Etna es un río, y China un volcán francés. Que dos y dos son veinte, eso ya lo sabés...♫♫♫ Así, con ritmo hip hopero, llevando el cuerpo de un lado a otro con los pies quietos, ante los ojos azorados de la maestra y la risa contenida de los compañeros, el pibe canta la lección. Es ahí cuando la docente semidesmayada le dice "no estudiaste nada" y añade que gracias a una desenfrenada generosidad y el cariño que le tiene, apenas puede ponerle un cero. Pero el chico se queja, porque en realidad estuvo toda la tarde del domingo estudiando. Lo que nadie tuvo en cuenta, pobre criatura, es que el pibe realmente estudió, pero con música de fondo. E ignoraba que una investigación acaba de sentenciar que eso es pernicioso para el conocimiento, a menos que estudies música (esto lo agregamos nosotros, que llevamos la ciencia en la sangre).

Lo que no dice el estudio es que se cuentan por decenas los años en que los estudiantes se aprenden sus lecciones con música de fondo. Y no son mucho más bestias que antes. Existe una larga polémica: ¿debe utilizarse la más alta de las manifestaciones artísticas como telón de otras actividades? No vamos a solucionar eso acá. Lo añadimos a las cuestiones pendientes de esta columna, como la existencia del chupacabras o la razón física por la cual los chanchos no vuelan. Y mientras, dejamos al alumno de marras, ahora estudiando sin música de fondo, listo para dar la lección más triste de su vida escolar.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)

07 agosto 2010

Josef Koudelka y aquella Primavera

Por Humberto Acciarressi

"Praga -si no se pliega o no la pliegan- puede alumbrar unas bases de convivencia con una amplia perspectiva de futuro. Es decir, Checoslovaquia puede consumar su evolución hacia un socialismo humanista y democrático o puede fracasar, abrumada por las presiones de su poderoso enemigo". Eso escribía, en mayo de 1968, Miguel Delibes, testigo de lujo de los acontecimientos que se sucedían en tierra checa desde enero de ese año. El escritor había sido invitado para hablar en varias universidades sobre la novela española y había viajado acompañado de su esposa.

Mientras, los checoslovacos vivían una experiencia inédita en varios lustros: discusiones en bares y aulas, levantamiento de la censura a los medios de prensa, revisión de lo actuado por el PC checo hasta la asunción de Alexander Dubcek al frente del mismo. El mundo tenía los ojos puestos en Praga y quienes se atrevían a desafiar la burocracia y el autoritarismo soviético confiaban en el mundo. Era un ida y vuelta que comenzó a esfumarse cuando, el 20 de agosto, las calles de la vieja y prestigiosa Praga comenzaron a temblar con la llegada de 2.300 tanques de la URSS y sus aliados del Pacto de Varsovia, y los camiones y blindados que transportaban más de 300 mil soldados.

Represión, purgas, exilados, muertes, fueron apenas algunas de las consecuencias de ese momento en que las tropas soviéticas pusieron fin a lo que la historia conoce como la "Primavera de Praga". El día anterior a la invasión, había llegado a la capital checa un fotógrafo que estaba obsesionado con un tema casi excluyente: los gitanos. Por cierto que hacía otras cosas, pero no era mucho lo que le interesaba el fotoperiodismo. Lo que no sabía Josef Koudelka era que, en el futuro, sus fotografías estarían en el top de los mejores reportajes del siglo XX.

Así como había llegado unas horas antes que los tanques soviéticos, en los días subsiguientes no hizo otra cosa que tomar, febrilmente, esas fotos que inmortalizan, mejor que ningún otro documento, aquellos días trágicos de Praga y su primavera derrotada. Esas fotografías salieron de Checoslovaquia con bastantes problemas, y recién un año más tarde fueron distribuidas a todo el planeta por la agencia Magnum, a la que se sumaría Koudelka. Esas imágenes de un mundo que ya no existe, y gracias al ojo artístico de un fotoperiodista que nunca soñó con serlo, pueden ser disfrutadas por primera vez en el país, en el marco del Festival de la Luz que los porteños viven en estos días.

(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)




Nota: La muestra "Invasión Praga 68" puede verse hasta el 2 de octubre en el Espacio de Arte de OSDE, Suipacha 658. La entrada es gratuita.