24 octubre 2015

Marc Chagall y el arte como un estado del alma


Por Humberto Acciarressi

En una oportunidad, Pablo Picasso manifestó que "cuando Chagall pinta, no se sabe si está durmiendo o soñando. Debe tener un ángel en algún lugar de su cabeza". No es novedad que, aunque a veces lo disimulen, los grandes reconocen a sus pares. Este año se cumplen tres décadas de la muerte del pintor nacido en la Rusia de los zares, que en 1917 adhirió y tuvo un cargo en la Revolución de Octubre, que se escapó de la burocracia soviética en 1923 para recalar en Paris, de dónde también huyó cuando los nazis invadieron Francia y comenzaron los traslados de judíos a los campos de concentración, para radicarse finalmente en los Estados Unidos. Pero mientras se producían esas desventuras biográficas, Chagall fue creando un maravilloso universo que no se limitó a las artes plásticas.

Cosmopolita, ecuménico y tolerante, fue uno de los más claros exponentes artísticos que produjo la modernidad. Impar, soñador y solitario, exuberante y religioso, atravesó el siglo y marcó la estética de su tiempo sin abjurar de las raíces de la cultura occidental. A nivel masivo, sus pinturas que abrevaron en el expresionismo ruso y en el cubismo y el surrealismo francés son lo más visible y recordado de su producción, así como por sus melancólicos colores. Pero también fue el hacedor de aguafuertes, aguatintas y puntasecas en blanco y negro realizadas para tres maravillosas series. Estas son el centenar de ilustraciones de "Almas muertas", inspirada en la obra homónima de Nicolas Gogol por encargo de Ambroise Vollard, editor y amigo de los cubistas; el relato dibujado de "Los siete pecados capitales", basadas en textos de Paul Morand, Jean Giradoux, Max Jacob y Joseph Kessel ; y el centenar de grabados de "La Biblia", iniciados en 1931 y concluidos en 1939 con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, y recién editada en 1957 por Tériade.

Hay que añadir, además, que Chagall se dedicó también a la poesía, la escenografía, las esculturas, la ilustración de libros y el trabajo de vestuarista (amaba el teatro), por mencionar apenas algunas de las actividades con las que llenaba sus horas. "Si aparte del color no me hubiese ocupado también de los grabados y de la litografía, creo que algo me hubiese faltado", expresó en una oportunidad el artista. Por otro lado, cabe señalar que el hombre que nunca olvidó ni dejó de reflejar en su obra los acontecimientos de su niñez en Bielorrusia, fundamentalmente reversionando la imaginería del folclore ruso en el marco del diàlogo entre la realidad y la fantasía del arte cultivado por Chagall. Este poeta en el sentido más amplio del término, que había nacido el 7 de julio de 1887 aunque nunca fue un hombre del siglo XIX, murió el 28 de marzo de 1985 en Paris. No sin antes decir que "el arte es sobre todo un estado del alma".

(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)