26 febrero 2011

Miguel de Molina, glorias y dolores


Por Humberto Acciarressi

Se inaugura estos días una muestra -"Arte y provocación", en el Centro Cultural Recoleta- dedicada a varios aspectos de la vida y la obra de Miguel de Molina. El llamado rey de la copla fue un personaje fascinante y torturado, que vivió y dejó su impronta en el arte soportando adversidades que muy pocos aguantarían. Su provocativa personalidad, entre otras cosas, inspiró la película "Las cosas del querer", estrenada cuatro años antes de su muerte y por la que no recibió ni un peso.

Desde su nacimiento en Málaga allá por comienzos del siglo XX hasta su muerte en Buenos Aires, donde había llegado treinta años antes por las persecuciones franquistas tras la derrota republicana en la Guerra Civil, hizo fortunas que perdió con la misma facilidad. En su actividad artística, el más grande coplero del mundo (que desde la década del 30 se hacía su propia ropa y a quien algunos consideran el precursor de la ropa queer y un abanderado gay en el mundo del espectáculo), se codeó con Lorca, Evita, Benavente, Manolete, Cantinflas y muchos otros.

Cuando estaba en lo más alto de su carrera y de su fama, se retiró inesperadamente, se encerró en su caserón de estilo colonial en nuestra ciudad -en Echeverría y O’Higgins, en el barrio de Belgrano- y murió de un infarto rodeado de sus buenos y malos recuerdos en 1993. Encontraron su cuerpo en medio de una pila de libros, infinidad de colillas de cigarrillos, y la máquina de coser marca Singer con la que seguía haciendo vestuarios que ya nadie usaba. Lo enterraron en el cementerio de la Chacarita, cerca de su amiga Gloria Guzmán, en el panteón de los actores. Recordarlo es una variante de la justicia.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)