(...) La posición que ocupaban los gladiadores en la sociedad romana era claramente paradójica. Por un lado, se los despreciaba por desempeñar una posición tan humilde pero, por el otro, se les alababa por su valentía, su habilidad y su atractivo sexual. Se entrenaba al gladiador para el combate mortal; sin embargo, cada uno de ellos era un bien demasiado precioso para dejarlo morir sumariamente en la arena, y resultaba más provechoso que sobreviviera al encuentro. Si el gladiador moría, su propietario perdía la inversión (...), si se perdonaba la vida al gladiador cuando los espectadores querían su sangre, éstos podían pensar que el organizador era un tacaño que intentaba ahorrarse el gasto (...) Había que calcular cuidadosamente el estado de ánimo de la muchedumbre. De todas maneras, como los gladiadores eran seres inferiores, el hecho de que murieran era algo aceptable (...)"
Marina Belozerskaya
(Fragmento de "La jirafa de los Medici y otros relatos sobre los animales exóticos y el poder")