"Soñé que había entrado en el cuerpo de un cerdo, que no me era fácil salir, y que enlodaba mis cerdas en los pantanos más fangosos. ¿Era ello como una recompensa? Objeto de mis deseos, no pertenecía más a la humanidad. Así lo interpretaba yo, experimentando una profunda alegría. Sin embargo, rebuscaba activamente qué acto de virtud había realizado, para merecer de la providencia este insigne favor. Más ¿quién conoce sus necesidades íntimas, o la causa de sus goces pestilenciales? La metamorfosis no pareció jamás a mis ojos, sino como la alta y magnífica repercusión de una felicidad perfecta que esperaba desde hacia largo tiempo. Por fin había llegado el día en que yo me convirtiese en un puerco. Ensayaba mis dientes sobre la corteza de los árboles; mi hocico, lo contemplaba con delicia. No quedaba en mí la menor partícula de divinidad: supe elevar mi alma hasta la excesiva altura de esta voluptuosidad inefable"
Conde de Lautreamont