08 agosto 2012

El ciudadano, daño colateral en la puja del poder



Por Humberto Acciarressi

Los últimos cuatro días, incluyendo el fin de semana que suele estar tranquilo, nuestra Buenos Aires querida saltó de los versos amables de Gardel y Le Pera a los de Gustavo Cerati, y decididamente fue la ciudad de la furia. Sobrepasando incluso la cortazariana "Autopista del Sur" y muy cerca del film "Un día de furia", con Michael Douglas, si en estas jornadas no hubo más muertes que los habituales se debió a un grado de civilización que -sin dudas- hace reprimir los más bajos instintos.

La huelga de los subtes (que sigue hoy); los colectivos que no dan abasto y pasan las paradas con las puertas cerradas sin abrirlas para que suban pasajeros; los taxis (con tarifas siderales que se incrementan por el paso de tortuga); la gente que sale con sus autos particulares como si solucionara algo, son apenas algunas de las cosas que ponen los pelos de punta en una ciudad, en un país, en dónde cualquier imprevisto provoca una hecatombe.

A esta altura ya ni importa quien es el responsable del caos, como tampoco les importó a los maestros bonaerenses cuando el gobierno nacional le negó la coparticipación a Scioli. Unos y otros tienen una insensibilidad por el padecer de los ciudadanos, que provoca bronca y asco en partes iguales. El asunto es que mientras los gobernantes piensan en el 2015 y multiplican los números de sus declaraciones juradas, la gente hace colas para conseguir una tarjeta SUBE que ni se consigue o no se puede cargar. Y sin ella tiene que pagar el doble, en una medida sobre la que algún constitucionalista debería expedirse.

Pero con SUBE o sin ella, como ya señalamos, los colectivos no te paran. Los trabajadores pierden el presentismo, las ambulancias se demoran en medio del caos, muy pocos acuden a las bicicletas, y las motos se suben a las veredas para sortear la muralla de chapas y personas. La gente se estresa, sufre, traga saliva, a veces grita o pelea con otra víctima, llega al paroxismo cardíaco. Y a nadie en el poder le importa. Somos el daño colateral de sus ambiciones e incapacidades.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)