17 marzo 2012

La muerta que cocinó un guiso

Por Humberto Acciarressi

Chen Qingwang es una buena vecina. Casi todos los días le llevaba el desayuno a la casa a Li Xiufeng, de 95 años, en una aldea de Guangxi, China. Pero una mañana la descubrió inmóvil sobre su cama. La llamó, la movió, se asustó y trató de escuchar su respiración. Nada. La anciana estaba tibia e inerte. "Ella se había ido", contó Chen triste y poética. La muerta no tenía familia. La generosa y atribulada vecina hizo los preparativos para el funeral, que en esa región -sólo por milenaria tradición- incluye dejar el ataúd varios días en la casa para los homenajes. El descubrimiento ocurrió el 17 de febrero, el 19 depositaron el cuerpo en el cajón sin clavar, y el 24 debía ser trasladado al cementerio y sepultado.

No fueron muchos quienes se acercaron a despedir a la mujer, que a su edad había perdido familiares y amigos a rolete. La vecina, su hijo y unos pocos más, sin embargo, la visitaban todos los días. Más por respeto que por otra cosa. El día del funeral, una semana después de la muerte de Li, la encargada de los trámites fue a la casa de la anciana y se encontró el ataúd abierto... y sin el cadáver. Aterrorizada pidió ayuda a los vecinos y comenzaron a buscar el cuerpo, que según todos había sido robado. Hasta que alguien sintió un rico olorcito que venía de la cocina. Y hacia alli se dirigió.

Rodeada de ollas, sartenes, cubiertos y vegetales varios, Li Xiufeng estaba sentada en una silla revolviendo un guiso "¿Pasa algo?", les preguntó a los azorados y aún temerosos vecinos. No obtuvo respuesta y, según consignaron más tarde a los diarios, la "muerta" añadió: "Dormí durante mucho tiempo. Después de despertar, sentí mucha hambre y quería cocinar algo para comer". Más tarde, los médicos que la atendieron indicaron que la mujer tropezó y se golpeó la cabeza. El colapso la dejó inmóvil sobre su cama. Y allí sufrió algo que quienes la revisaron llaman "muerte transitoria". En tanto, los que se cruzan con ella en el pueblo, cambian de vereda o hacen cuernitos con los dedos.


(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)