09 diciembre 2015

Las cadenas de mails como atentados a la cultura


Por Humberto Acciarressi

En líneas generales, por lo menos en lo que me atañe, cualquier correo que vaya dirigido a más de dos personas, en mis casillas personales van de cabeza a los spams. Lamentablemente no se puede hacer lo mismo en el profesional, por razones que excederían estas líneas (aunque algún día escribiremos sobre esta cuestión). Sin embargo, para vivir en sociedad, alguna concesión hay que hacer. Y en este sentido tengo "autorizados" dos o tres remitentes de esos que mandan fruta a diestra y siniestra. Así y todo no suelo leerlos, pero a veces el "asunto" me seduce y entro como un caballo. Días atrás, en el marco de las peleas electorales de nuestro país, me llegó un mail que por la fecha de origen viene dando vueltas desde hace un par de meses (aclaración: en lo que me concierne, mueren impiadosa e inevitablemente con mi tecla de "delete", mi arma preferida).

En los que se refieren a la política vernácula, los textos suelen ensañarse con la presidente saliente Cristina Fernández y el entrante Mauricio Macri. Y por cierto son de pésimo gusto. No por lo que dicen, sino por cómo lo dicen. Pero a veces se exceden. En el correo de marras hay un poema que se le atribuye a Federico García Lorca, que el poeta granadino no podría haber escrito ni para hacer un chiste. Se trata de ese que dice "mujer sin conciencia alguna, vacía de amor y afecto" y bla bla, bla. Pero concluyamos de una vez con esta farsa: no hay, en toda la obra teatral, poética, periodística e incluso en sus monumentales conferencias matizadas con gracia andaluza, ningún poema que siquiera se parezca al pomposamente titulado "La dama de negro". Obviamente, en el imaginario de los que hacen correr estas cadenas, fue "un vaticinio" de Lorca sobre la saliente presidente argentina. Un dislate detrás de otro.

La cuestión no es nueva. Al margen de las avivadas que no hacen otra cosa que sembrar mentiras literarias, el asunto ha tocado a grandes escritores. Todavía hay gente que cree que la detestable poesía titulada "Instantes" le pertenece a Jorge Luis Borges, ya que hasta se han hecho tarjetas navideñas, afiches y otras paparruchadas con ese engendro. Naturalmente sólo alguien que vaya a contramano de la cultura puede creer que uno de los principales autores en lengua castellana desde el Siglo de Oro español haya escrito "Si pudiera vivir nuevamente mi vida / comería más helados y menos habas". Si no fuera un atentado a la cultura sería un buen chiste del repertorio de Capusotto. También sospechar que de la imaginación de García Márquez pueda haber salido el poema (de alguna forma hay que llamarlo) titulado "La marioneta", es desconocer su obra. Nadie que haya leído sólo dos libros en toda su vida puede creer que sea de Gabo esa porquería que reza: "entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz".

Es verdad que no todos tienen por qué conocer la obra completa de cada escritor, pero hay cosas elementales. A nadie se le ocurriría atribuirle a T.S.Eliot una de las perogrulladas de Paulo Coelho, o un aforismo del ya justamente olvidado José Narosky a Ludwig Wittgenstein o a Nietzsche, por mencionar dos intelectuales que cultivaron el género. También es cierto que muchas cosas son falsamente atribuidas (por ejemplo el "primero se llevaron a los comunistas pero yo no dije nada porque no era comunista...etc, etc", a Bertold Bretch) desde mucho tiempo antes de la existencia de internet, y en consecuencia de las redes sociales y de los spams. Pero estos, especialmente esas insoportables cadenas, van creando una falsa realidad que utiliza el nombre de grandes intelectuales como caballos de Troya. El poema trucho de García Lorca es una de las más recientes estupideces que andan circulando. Si Antonio Machado escribió "El crimen fue en Granada" en referencia al asesinato del poeta, podríamos decir -sin atribuírselo a nadie- que la metralla que lo mató en un paraje de su pueblo, hoy circula en los correos basura con otro formato.

(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)