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20 febrero 2013

Una Manuela con menos suerte que Manuelita


Por Humberto Acciarressi

Manuelita, la tortuga oriunda de Pehuajó que emigró en busca de nuevos horizontes a París, vivió venturas y desventuras durante años, pero su vida tiene un final abierto -que uno intuye feliz- cuando retorna a sus pagos en busca de su tortugo. María Elena Walsh escribió su historia con tanta poesía que poco importa si Manuelita es un personaje o no: nuestra tortuga más famosa existe y basta. Quienes no crean en ella que se queden con el chupacabras.

En Brasil, lejos de Pehuajó -y mucho más lejos para una tortuga- vivió toda su vida Manuela, un quelonio que no gozó la vida aventurera de Manuelita. Tuvo, por cierto, una vida mucho más trágica. El problema de la tortuga argentina era de índole existencial: el paso del tiempo, el advenimiento de la vejez. El de la brasilera fue menos filosófico, aunque más dramático.

Una familia carioca, los Almeida, convivieron durante varios años con Manuela. Por los 80, el animalito desapareció. Sus dueños creyeron que había escapado por la puerta y quizás alguno, hasta sospechó que seguiría los pasos de su familiar argentina. La buscaron en el barrio, le preguntaron a sus vecinos, pusieron algún cartel, se consolaron entre ellos, y finalmente la olvidaron. Y así pasaron los años.

Hace unos días, los Almeida resolvieron ordenar la casa, tirar tras- tos viejos, acomodar otros. Quienes son enemigos de la limpieza tienen otro argumento en contra. En medio de los diarios viejos, maderas e hierros que uno guarda para que los tiren sus hijos, la familia carioca encontró a Manuela. Valga una aclaración: no encontraron su cadáver. La tortuga estaba viva. "En ese momento me quedé pálido y no lo creí", confesó Leandro, uno de los hijos a un diario local.

El bicho estaba cubierto de polvo y hay que suponer que, a menos que le metan rasqueta con Odex, quedará así. Los veterinarios dicen que sobrevivió comiendo insectos como polillas y arañas. No lo creo. Esa tortuga tiene algún poder que ignoramos. Y a Brasil le falta una María Elena Walsh.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)