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21 julio 2012

El circo de Mariana Nannis y los chicos Caniggia

Por Humberto Acciarressi

Cuando Claudio Paul Caniggia se casó con Mariana Nannis ignoraba que, además de jugador, era una especie de Dr. Frankestein. La mujer se contagió la fama del Pájaro y se dedicó, cual Salvador Dalí sin talento, a consagrarse a la extravagancia. Pasaron los años y apenas quedó el recuerdo de aquella que se sumergía en champagne, iba al supermercado en limusina y bañaba a sus perros con agua mineral francesa.

En medio de esos trámites, Claudio y Mariana tuvieron hijos desconocidos para los argentinos. Por lo menos hasta hace poco, cuando llegaron a nuestras tierras la Nannis y los mellizos Charlotte y Alexander. Con su "mami" midiendo cada paso que dan y seguidos por una corte de los milagros (el DJ Piloto es uno de ellos; una jovata que muestra sus zapatos es otra), el trío irrumpió en el show de Tinelli, ese espectacular antro de freaks.

La primera en buscar su lugar fue la nena, que al comienzo se expresaba mediante monosílabos. Sin embargo, de a poco se fue largando hasta posar para tapas de revistas, negarse a comer mondongo en un programa, sostener que no le gustan los argentinos sino los europeos y ser una de las artífices del Champagne Shower (el Shampein, según su pronunciación, satirizada por Los Wachiturros). A la piba le gusta bailar el caño y tiene seguidores que se hacen llamar "los charlotistas", con coeficientes intelectuales inferiores a los de un hurón.

Y luego Alexander, un muchacho cuya mayor virtud es haberle dicho a Tinelli que no lo conocía. Especie de androide al que algunos ya tomaron de punto (Andrea Rincón le tiró champagne encima y él dijo "el a nunca entrará en mi VIP"), el pibe no habla. Parece un marciano suelto en Buenos Aires y sin guía. Y eso que tanto a él como a la hermana (y a la madre), los acompaña siempre una custodia, encabezada por Dany La Muerte y los hermanos Báez, unos cuchilleros que no aguantarían ni dos versos en un poema de Borges. Pero el espectáculo debe continuar. Y este capítulo le toca al circo ambulante de los Caniggia.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)