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19 febrero 2009

Los que cuentan su vida...a cualquier edad

Por Humberto Acciarressi

Algunas veces me he quejado de quienes, cuando uno no está de humor, le endilgan largas parrafadas sobre el mundo y sus cuestiones. Con esto quiero señalar que, cuando la oportunidad lo amerita, no está mal emplear un tono paródico para determinados asuntos. Suelo hacerlo en muchas ocasiones. Otra de las cosas que hago mucho es recorrer los blogs que están enlazados con éste, sobre todo porque por algo tenemos links recíprocos. Si querés, llamalo "afinidades".

En esos paseos blogueriles (los hay de todo tipo, como buen paseo que se precie) encuentro verdaderas perlitas. La que encontré ahora es una joyita azteca que parte de un sofisma: que la gente mayor, de la nada, te cuenta su vida completa. En realidad, la gente de cualquier edad, y muy especialmente los jóvenes, te cuentan su vida. Y naturalmente nunca completa. Precisamente, la versatilidad de alguien que escribe (y que para hacerlo debe ser un excelente espectador de la naturaleza humana, que se revela generalmente en gestos y palabras), radica en meterse en los intersticios de esas largas charlas con desconocidos, como oportunamente lo hicieron desde Balzac hasta Hemingway, desde Dickens hasta Auster, desde Borges hasta Le Clezio, desde Joyce hasta Puig. Y entre lo que esos sujetos parlanchines dicen y lo que no dicen, quienes tienen el don y el arte sacan los personajes para las mejores historias de ficción.

En el blog "La isla a mediodía", enlazado con éste, mi amiga Lilián (alguna vez escribió algo sobre Twitter en esta bitácora y por supuesto me gustaría que volviera a hacerlo con otro tema) dice, y cito de memoria, que le parece increible que la gente pueda irse por la tangente en forma indefinida. Ella, que escribe, encuentra mal algo que debería agradecer. Esos personajes potenciales no suelen, como Lilián sostiene, hablar con cualquiera. Y mucho menos si le ven cara de "tarada/o" (creo que es el término que emplea). Me he pasado la vida escuchando historias alucinantes de gente bien común como el portero al que se refiere mi amiga mexicana y lo único que lamento es no tener el talento de un Roberto Arlt o un David Foster Wallace para plasmar dignamente esas historias cotidianas reivindicadas por García Márquez en su discurso de recepción del Nobel.

La propia Ellen DeGeneres, que Lilián menciona, ha dicho en más de una oportunidad que muchos de sus monólogos están inspirados en gente que se cruza por la calle. Y sería imposible de otro modo. Hay algo, sin embargo, que nunca debe hacer un narrador de historias: ponerse por encima de sus personajes, mirarlos desde arriba, ser condescendientes con ellos. Ni siquiera el Marqués de Sade (otro gran observador y atento escucha de historias ajenas) lo hizo. Y eso es mucho decir. La burla por la burla misma, para colmo basada en generalizaciones o lugares comunes, puede generar escándalos, peleas o malos entendidos. Nunca buena literatura ni buen periodismo (especialmente ahora, que las historias de vida están venidas a menos en la profesión).

Ahora bien, lo que señalo muy brevemente aqui, está vinculado a que la amiga Lilián escribe, y lo hace con mucha calidad. Siempre leo sus páginas blogueras, incluyendo las que ella llama "serias" como si estas no lo fueran. Hace poco, charlando con el amigo Santiago Roncagliolo de paso por Buenos Aires, coincidíamos en la necesidad de hablar mucho con la gente de la calle para refrescar el periodismo. Juan Cruz Ruiz, recientemente, también coincidía con esta apreciación en una larga charla que mantuvimos sobre nuestra profesión en la actualidad. No aspiro, dado que no me creo ni de lejos alguien con quien se pueda coincidir cotidianamente, que Lilián esté de acuerdo con lo que escribo muy a las apuradas y sin argumentar demasiado. Lo dije arriba: había encontrado una perlita. Y con eso quise señalar que me había hecho reflexionar. En los tiempos que corren no es poco y por eso le doy las gracias. Podría añadir algo sobre los comentarios de esa entrada, pero como decía Luca Prodan: "Mejor no hablar de ciertas cosas".