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30 noviembre 2006

Personajes de historieta (1): Avivato


Por Humberto Acciarressi

Avivato es, entre los personajes del humor gráfico argentino, uno de los más odiables. Y no es para menos, ya que se trata de un vividor insoportable, astuto para esquilmar a sus víctimas, especialista en hacer caer a los incautos en las trampas más insospechadas. En síntesis, un aprovechador mayúsculo que Lino Palacio creó sin la simpatía que - por ejemplo - Dante Quinterno le dio a Isidoro Cañones, otro de los vivillos ilustres de la caricatura nacional.

Nacido en 1948 e inspirador de una película protagonizada por Pepe Iglesias, el propio nombre de "Avivato" pasó a formar parte del léxico de varias generaciones de porteños para definir al vividor profesional. Como dato aleatorio, cabe recordar que en 1953 Jorge Palacio, hijo de Lino, fundó una revista que se llamó "Avivato". Este sujeto que vende terrenos en el medio del río o buzones a los chacareros; manguero de cigarrillos y de plata; y que -según confiesa en la tira- tiene un amigo psicoanalista que le saca "todos los complejos de culpa" referidos a sus deudas, casi nunca se encuentra con alguien que lo ponga en vereda.

La saga de Avivato es una epopeya ciento por ciento maniquea: todos los que lo frecuentan son unos incautos, víctimas propiciatorias puestas por Lino Palacio para contrastar con las tropelías del villano. En un episodio, un hombre le dice: "Yo no tengo plata, pero porque no le pedís a Luis, que gana bien". En el segundo cuadro, el vividor, con aire digno, replica: "¿A Luis?, no...no". Y en el tercero remata: "Anota todo lo que presta".

Avivato es perfectamente consciente del rol social que cumple. En otra historieta le cuenta a un sujeto: "Un amigo que tiene imprenta me hizo tarjetas. Voy a darte una". El interlocutor interroga: "¿Por qué hiciste poner debajo de tu nombre ´asesor financiero´". Y Avivato responde: "¿Y qué querías que pusiera?, ¿manguero?". Lo curioso del personaje es que a veces enuncia, con propósitos didácticos, la naturaleza de sus estafas, el contenido de su avaricia y su intransferible don para vivir de acuerdo a la ley del menor esfuerzo. Como si le advirtiera al mismo lector: "Poné las barbas en remojo, que sos la próxima víctima".

(Publicado en el diario "La Prensa", de Buenos Aires)