Por Humberto Acciarressi
Había nacido en junio de 1904 en Pensilvania, pero pasó su infancia en la turbulenta Chicago de los blues y de las bandas de delincuentes callejeros que años más tarde formarían los grupos mafiosos. Johnny Weissmuller,sin embargo, no tenía nada que ver con lo que ocurría en los suburbios. Era un chico aplicado, grandote de cuerpo y con aire estúpido, más preocupado en contemplarse en el espejo y en desarrollar sus dotes natatorias. Cuando contaba con ocho años, ni se debe haber enterado de que en la publicación "All story" había nacido Tarzán, la creación del soñador Edgar Rice Burroughs. Pero Johnny seguía preocupado por sus logros atléticos, que le permitían desarrollar una musculatura casi arquetípíca.
La mayoría de sus éxitos se concretaron en la década del veinte. Fue el primer hombre en nadar los cien metros en menos de un minuto, lo que significó el inicio de una serie de triunfos olímpicos y la friolera de 67 récords mundiales. El grandote estúpido ya era un notable. Desde años atrás, varios de los casi veinte Tarzanes que tuvo el cine, ya se paseaban por la pantalla en taparrabos y a los gritos. El tiempo de Weissmuller aún no había llegado.
En 1929 Johnny debutó en el cine. Obviamente no fue el inicio de una gran estrella ni mucho menos: interpretaba a Apolo en un film llamado "Paso a la belleza", tarea paralela a una campaña de publicidad de ropa interior. "Big Johnny" ya se despojaba de sus prendas. A comienzos de la década del treinta, contrato de la Metro en el medio, Tarzán comenzó a ser sinónimo de Weismuller. Acompañado de Maureen O´Sullivan en el papel de Jane (la madre de Mía Farrow, el espectacular minón de la foto adjunta), y de la inseparable mona Chita (en rigor ocho simios diferentes), el gran deportista y pésimo actor se ganó un lugar en el corazón de decenas de millones de espectadores. Para eso le bastó una media docena de películas. Entre gritos, golpes en el pecho, lianas, sonidos selváticos y la admiración del público, "Big Johnny" pasó los mejores años de su vida. Lo peor le estaba reservado para los últimos.
Al simio blanco de la pantalla no le fue muy bien en su vida personal: varios matrimonios frustrados, entre ellos con Lupe Vélez, que terminó suicidándose. Cuando en 1948 hizo su último film de Tarzán, la Columbia le ofreció interpretar a "Jim de la jungla", cuyos pantalones y camisa apenas disimulaban una gordura inaudita para el actor. Así pasaron los años: su psiquis se deterioró a pasos agigantados; los negocios le fueron mal; y terminó de recepcionista en un hotel de Las Vegas.Añorando los tiempos de gloria, comenzó a aturdir a los vecinos con sus gritos nocturnos, emulaciones de los alaridos selváticos de Tarzán. En una ocasión, sin razón alguna, comenzó a hacer sonar la alarma de incendio. Estaba irremediablemente perdido.
Cuando lo internaron en un hospicio, los otros enfermos no lo pudieron aguantar. De tanto en tanto, su última mujer, Marie - "la mayor parte del tiempo no está en sus cabales", declaró -, le leía las miles de cartas que le llegaban de todo el mundo. El escuchaba con la mirada perdida, vaya a saber uno en qué lugar imaginario de la selva. "Big Johnny" había dicho varias veces que le gustaría morir en Acapulco. Varios infartos y sus alaridos obligaron a su esposa a cumplirle el deseo. Y así nomás ocurrió: el 21 de enero de 1984, el Tarzán más famoso de la historia dejó de molestar con sus gritos.
("Publicado en la revista "Asi")