Por Humberto Acciarressi
La historia de Gerardo Barrios es triste, tristísima. Pero además es patéticamente lógica y endiabladamente cruel. Estamos hablando del librero neuquino que, luego de adherir al programa kirchnerista de Precios Cuidados (ese engendro pour la galerie que no le salvó la vida a nadie y ni siquiera se la hizo más fácil, salvo a los funcionarios que lo implementaron), acaba de ser noticia porque dado los altos precios del local que alquila y las deudas contraídas con el engañapichanga en el que entró como un caballo, tuvo que cerrar su local a un año de que el gobierno nacional lo usó como lo hace con más entusiasmo y menos prensa con muchos otros. En la actualidad, el comerciante confiesa que duerme en un depósito de dos por dos lleno de humedad y que se siente una carga para sus clientes, un grupo leal de amigos y familiares.
Una vez encontrado un mediano comerciante que adhería a la medida desde el otro lado del mostrador (y mientras los grandes conglomerados hacen las mil y una para que ni te enterés en dónde están los famosos "precios cuidados", a veces a cien o doscientos metros uno de otro, el gobierno de CFK hizo un spot comercial con el neuquino, y lo pasó hasta el hartazgo en las tandas publicitarias de Fútbol Para Todos, entre otras de loas a la presidente, a su marido muerto, a los amigos del poder y a "los socios" empresariales de este modelo gatopardista, que para colmo cambia cada día y sólo mantiene el discurso. El pobre Barrios -suponiendo que haya actuado de buena fe, y hasta ahora no hay por qué dudarlo- se hizo famoso con sus precios congelados. Y todo en un video que llevaba el logo de "Presidencia de la Nación" y el famoso relato de la "inclusión".
Lo paradójico es que quizás sea la primera víctima real en las filas del kirchnerismo mediático. “Al mes que salió el spot publicitario tuve que cambiar la vidriera porque me reventaron los vidrios y las puertas porque me relacionaban con el Gobierno", recuerda ahora. Pero esa barbarie que no debe justificarse en ningún caso fue apenas un detalle en sus problemas. Cómo sólo tenía artículos del catálogo de los Precios Cuidados de los que se jacta el oficialismo, y de acuerdo a sus propias palabras, se terminó convirtiendo "en un centro de copiado". Eso ocurría a finales de 2014, cuando el fin era inminente. Barrios ya sentía que después de haber puesto la cara por el gobierno de Cristina, le habían "soltado la mano" (son palabras suyas). Finalmente cerró y sostiene que le resulta imposible conseguir algo barato en otro lugar. Atrás quedó la fama efímera del spot publicitario. Ahora busca créditos para pequeños emprendedores, pero se le cierran todas las puertas. Pobre Barrios: una víctima más del "fuego amigo kirchnerista". El hombre ya no tiene pudor en decir que siente que "se le cagaron de risa en la cara".
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)