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26 febrero 2015
Orson Welles, el genio rebelde de Hollywood
Por Humberto Acciarressi
Fue un prodigio desde que nació. Lo dicen los biógrafos, lo aceptan sus críticos. A los tres años escribía de corrido y sin faltas de ortografía. A los siete tocaba el violín como un concertista de los mejores teatros. A los diez interpretaba a Shakespeare. A los quince pintaba cuadros dignos de un museo. A los dieciséis ya era actor profesional. A los veintidós fundó en Nueva York el célebre Mercury Theatre. Un año más tarde, desde un estudio de radio, empujó al pánico a sus compatriotas al convencerlos de que los marcianos invadían la Tierra. A los veintiséis dirigió su primera película, "El ciudadano" (Citizen Kane), considerada entre las cinco mejores de la historia del cine. Si Orson Welles hubiera muerto en ese momento habría estado plenamente justificado considerarlo uno de los pocos genios del siglo XX. Pero siguió vivo.
Orson se conectó siendo un chico con un mundo de intelectuales y artistas gracias a que su madre era pianista y su padre un inventor. Y a las inquietudes estéticas juveniles les sumó una rebeldía que fue el sello distintivo de su personalidad. A los 23 años saltó a la fama con el elenco del Mercury Theatre, cuando el 30 de octubre de 1938 hizo una versión radiofónica de "La guerra de los mundos", el libro de Herbert Wells. La emisión que narraba la invasión ficticia de marcianos provocó un pánico inusitado en los Estados Unidos: cundieron los suicidios; las calles se atestaron de autos con gente que huía; y ya aclarado el asunto, aún quedaban personas que juraban haber visto a los alienígenas aniquilando gente a su paso.
Un buen día comenzó el rodaje de su ópera prima: "El ciudadano". El film que narra las venturas, desventuras, logros y frustraciones de un magnate de la prensa está inspirado en la vida de William Randolph Hearst, zar del periodismo norteamericano, que primero quiso comprar la película y luego, ante la negativa, descargó sobre el director una de las más despiadadas guerras que se recuerden. Este hito de la cinematografía mundial se estrenó el 9 de abril de 1941 en el newyorkino Broadway Theatre ¿Qué se puede agregar a lo dicho sobre "Citizen Kane"? Nada. Apenas una redundancia: que revolucionó el lenguaje cinematográfico como nunca antes se había hecho. Gracias al éxito obtenido por su película, Welles filmó una decena más, entre las que se contaron "Soberbia", "El proceso", "Macbeth", "Otelo" y "Raíces en el fango".
Conversador infatigable, siempre con el habano y un vaso de whisky, llegó a comer toneladas de langostas. Con la facilidad de inventarse a sí mismo, era un experto en dejar proyectos inconclusos, perder dinero en el montaje de obras teatrales o cambiar de amantes y romper matrimonios (una de sus esposas fue Rita Hayworth; la última, la condesa italiana Paola Moli). En 1942, Welles estuvo en el teatro Cervantes de Buenos Aires donde dijo considerarse "absolutamente nada" en el engranaje del cine. Luego, menos modesto, se definió como "gigante en un mundo de enanos". Welles podía encontrarse actuando en películas como "Casino Royale" o "El tercer hombre"; escribiendo una columna de cocina en "Los Angeles Magazine"; o irrumpiendo en la TV al lado de Los Muppets o de Johnny Carson. Consideraba a Fellini el más grande de los directores; detestaba a Cecil B. de Mille y a Alfred Hitchcock; y escribía cuando no filmaba. Cualquier diccionario informa que Welles nació el 6 de mayo de 1915 en Wisconsin y que murió el 10 de octubre de 1985, de un ataque cardíaco y sin murmurar ninguna palabra parecida al "Rosebud" que abre el enigma de su película más célebre.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)