Páginas

30 diciembre 2014

Al final, al hijo de Rockefeller se lo comieron los caníbales


Por Humberto Acciarressi

Dicen que, en su momento, la noticia conmovió al mundo. Y eso que por esa época, el planeta estaba en problemas tales como temblar al borde de una guerra nuclear. Pero se entiende si se considera que el protagonista de esta historia era nada menos que el hijo de Nelson Rockefeller, en ese momento gobernador de Nueva York (además de esa, lo fue tres veces más) y luego vicepresidente de los Estados Unidos, bajo el mandato de Gerald Ford. Todavía el apellido era sinónimo de la más grande fortuna y su familia una de las más poderosas del mundo. Su hijo menor y heredero, Michael Clark Rockefeller, tenía apenas veinte años cuando viajó en una expedición del Museo Peabody de Arqueología y Etnología a la Nueva Guinea Neerlandesa para estudiar la cultura de los Dani.

Ese viaje fue un éxito y hasta dio el material para un documental producido por Robert Gardner titulado "Dead Birds", para el que el joven multimillonario hizo la grabación del sonido. Era tanto el entusiasmo de Michael, que antes del retorno de la expedición, se hizo un viajecito con un compañero para estudiar la tribu Asmat, en el sur de la isla. Finalmente volvió a los Estados Unidos, pero para fines de 1961 estaba otra vez en Nueva Guinea. Le interesaba el arte de la cultura sueña que había visto muy superficialmente. El 17 de noviembre, el joven heredero y el antropólogo holandés René Wassing cayeron al agua de un río al darse vuelta la canoa en la que viajaban y flotaron a la deriva.

Los dos guías con quienes recorrían la zona no alcanzaron a ayudarlos y dieron el alerta. Al día siguiente rescataron a Wassing, quien contó que Michael le había dicho "creo que puedo lograrlo", antes de ponerse a nadar hacia la orilla. Nunca más lo encontraron y lo dieron por muerto en 1964, es decir tres años después. Pero el misterio persistió, ya que la búsqueda -por ser quien era- fue sostenida en tiempo y recursos. En 1969, el periodista Milt Machlin (entre otras cosas creador de las expresiones "Triángulo de las Bermudas" y "El abominable Hombre de las Nieves") viajó a Nueva Guinea porque estaba convencido de que Rockefeller hijo estaba secuestrado por una tribu. Pero lo que descubrió fue otra cosa, que el joven etnógrafo y casi todos ignoraban: esos muchachos que hacían un arte muy especial, eran caníbales. Antes de irse, Machlin filmó todo lo que pudo.

La cinta de 16 milímetros rodada en tierras papúas, que el autor nunca mostró y que permaneció guardada hasta ahora, dejó de lado historias como la que sostenían que se lo había desayunado un cocodrilo o que se había ahogado. Ahora, gracias a este documental, ya no quedan dudas. Michael fue el plato más caro que se comieron los caníbales de Nueva Guinea en toda la historia de su cultura carnívora. 

Su padre murió en enero de 1979, es decir 18 años más tarde. El viejo Rockefeller tenía 70 años y se dijo que falleció en su oficina de un ataque al corazón. Esto era cierto, pero en verdad le agarró teniendo sexo con su secretaria Megan Marshak, de 27 añitos y medio boba, porque se dio cuenta de lo que pasaba como media hora más tarde, y cuando llamó al servicio médico ya era tarde. Su esposa, Mary Todhunter, que no podía olvidar al hijo, le encargó a un detective privado una investigación en las lejanas islas. Apenas se sabe que el hombre retornó con tres cráneos, de raza europea, de víctimas del canibalismo. El análisis genético hecho con posterioridad nunca fue dado a conocer por la familia.

(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)