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02 octubre 2013

Marta Minujin, entre lo efímero y lo eterno


Por Humberto Acciarressi

A Marta Minujin, la artista plástica pop más importante de Latinoamérica, le gusta decir que transcurre su vida como si fuera una historieta que ella misma dibuja, y siempre que puede reitera que "todo es arte". Lo que en muchos es slogan, frases pour la galerie, en el caso de esta creadora extrovertida y genial no hay un ápice de pose. Por eso es de estricta justicia que en el gobierno porteño, organizado por su ministerio de Cultura, se haya pensado en ella para realizar la obra que se inaugurará este jueves, en el marco del programa "Democracia 30+30", en la Plaza Alemania, avenida del Libertador y Cavia, donde permanecerá hasta el domingo 13.

Esta vanguardista, precursora en la Argentina del arte efímero, el site-specific y el happening, a casi medio siglo de sus icónicos "Eróticos en technicolor" y "Revuélquese y viva" en el Instituto Di Tella y de la legendaria La Menesunda, ahora retorna con una gran obra callejera, la llamada "El ágora de la paz". No casualmente fue elegido un símbolo de la democracia bajo ese título, ya que representa el ágora ateniense del siglo de Pericles y el Hefestión o templo de Hefesto. Antecedentes en su obra fueron, en 1983 y para festejar el retorno de la democracia, el "Partenón de libros" (con miles de volúmenes de obras prohibidas durante la dictadura) en plena avenida 9 de Julio, y "La Torre de Babel de libros" en la Plaza San Martín, en 2011, cuando Buenos Aires fue elegida Capital Internacional del Libro.

Como acontece con otros grandes creadores argentinos -Borges uno de ellos-, Minujin es universal y entrañablemente porteña a la vez. Sus obras monumentales y efímeras ("El Gardel de Fuego", "El Obelisco acostado", "La Venus de queso") y las duraderas, se instalaron en las calles de ciudades del mundo y en grandes museos internacionales. Pero ella sigue creando en su taller de la calle Humberto 1°, que funciona en la misma casona antigua en la que pasó su infancia, y dónde hoy realiza sus obras a un ritmo vertiginoso.

En esta oportunidad, el Agora cuyos retoques finales se están dando en este mismo momento y que este jueves estará en su esplendor a partir de las 16,30, fue construida con estructuras tubulares y alambres. Además de una constante en la artista: la pieza gigante tendrá casi treinta mil libros embolsados en plástico y adosados a las columnas. Ya sea por las tres décadas de democracia o simplemente porque Buenos Aires "es así", la cultura -académica, ecléctica, posmoderna o callejera- es uno de los símbolos que mejor la representa. Y en ese marco multitudinario, una gran obra de Marta Minujin es más que bienvenida. Por más efímera que sea.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón, de Buenos Aires)