JULIA VA A TERMINAR MAS BLANCA QUE MICHAEL JACKSON |
Por Humberto Acciarressi
El mundo es eminentemente bizarro. Y en ocasiones, de tan freak parece el sueño dorado de Diane Arbus. Ahora nos trasladamos a Malasia, donde una señora llamada Julia Abdullah tiene una extraña costumbre, ya que no podemos diagnosticarla puesto que no es paciente nuestra. La mujer, de cuarenta años, tiene una compulsión que poco a poco la va convirtiendo en una esponja humana: no puede vivir si no está en contacto con el agua. Y no es precisamente una sirena.
Para que tengas una idea de lo que hablamos considerá que Julia se pasa más de 5 horas al día en la ducha y se lava el pelo 25 veces cada 24 horas. Y como si eso no bastara, se enjabona las manos en más de 300 oportunidades durante una jornada. Aclaremos que vive en su casa y que no se encuentra alojada en una noble institución neuropsiquiátrica.
Muchos se preguntan de dónde sacó Julia este trastorno obsesivo compulsivo. La respuesta es más sencilla de lo que parece: hace veinte años, la mujer trabajaba en un laboratorio donde manipulaba muestras de orina, heces y sangre. Tarea tan necesaria y noble como asquerosa. Ella, por entonces, ya le entró a dar al jabón, una cosa llevó a la otra, hasta que finalmente se propuso pasar a mejor vida: renunció para suicidarse. Arrepentida a último momento, se quedó viva y sin laburo. Y comenzó a lavarse como si fuera un chancho que vive en un chiquero y tiene aspiraciones de limpieza.
Algunos dirán que no le hace mal a nadie. Mentira: le hace daño a quienes la rodean. Si fuera una sucia irredenta también lo haría. E incluso es de entender que una persona prefiera una persona ultra limpia a una que sale del baño sin lavarse las manos. Pero lo de Julia es una exageración. Sus manos tienen una decoloración alarmante, además de costras y heridas causadas por dos décadas de 300 veces diarias de jabón. Ni quiero imaginar las raíces de su pelo o algunas otras partes e su cuerpo. Un día van a entrar al baño a buscarla y sólo encontrarán el agua corriendo por la bañadera.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)