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12 octubre 2012

El perro Stefano quiere gobernar Agrigento

Por Humberto Acciarressi

En la antigüedad, Agrigento fue una de las ciudades más importantes de la Magna Grecia, uno de los baluartes culturales, políticos y económicos de lo que hoy es la Sicilia italiana. El filósofo presocrático Empédocles y Luigi Pirandello en el siglo XX, son dos de los habitantes del lugar considerados más ilustres por sus ciudadanos. Por lo menos hasta el momento y según transcurran las próximas elecciones.

Stefano es un perro como cualquier otro. Cuatro patas, cola movediza, ladra, le gustan los huesos y las comidas con carne. Su destino, sin embargo, puede ponerlo junto a otros animales legendarios por su fama. Y si pensamos que estamos en los tiempos de las autopistas informáticas, no sería casual si alcanza el reconocimiento de la oveja Dolly, la perra Laika, el osito Knut o el elefante Trompita.

El cruce de Stefano con su destino se produjo cuando indignados de Agrigento se reunieron en un gran salón y crearon el Partido de la Rabia. Si tuvieran otras ideologías habrían propuesto salir a tirar bombas, romper las boletas durante las elecciones, aplicar la gandhiana resistencia pacífica. Estos fueron más radicales.

A uno de los indignados de Agrigento se le ocurrió proponer para el cargo de alcalde a un perro. Y alli fue cuando entró en escena Stefano. Los diseñadores y artistas del movimiento comenzaron a trabajar en la campaña, e hicieron eje en una frase que se reproduce en posters, carteles, publicidades, botones y diverso merchandasing. La frase en cuestión es "Meglio un cane político que un politico cane!". De esta manera irónica, los habitantes de la vieja ciudad demuestran su desprecio a quienes arrastraron al país a la crisis actual.

Las elecciones se llevarán a cabo el 28 de este mes. Con sus cinco meses y la huella de su pata como símbolo del partido, Stefano espera hacer una buena elección, aunque en su mundo perruno eso no le ofrezca demasiadas perspectivas. Salvo entrar en la historia, lo que no es poco.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)