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09 septiembre 2012

Se hizo el muerto para ver si la novia lo quería


Por Humberto Acciarressi

Hay gente tan insegura que es capaz de hacer cualquier cosa con tal de llamar la atención. Algunos se pegan un tiro en el pie y cuentan los minutos que tarda en llegar la mujer o el marido, de acuerdo al sexo del psicótico. Unos, como ciertos perros, se hacen los muertos. Entre los rusos parece que cunde esta moda, o por lo menos uno de ellos quiso llamar la atención de esa forma. Y no le importó que casi mata del susto a su novia y puso en estado de alerta a un montón de gente que paseaba por la calle.

El sujeto de marras es Alexey Bikov, de 30 años, que quiso verificar hasta dónde lo quería su novia Irina. Se hizo el muerto. Pero no lo escenificó así nomás. El sádico tiene una faceta de director de cine y plata para armar un set. "Cuando llegué había coches destrozados, ambulancias, humo y varios cuerpos tirados en el piso, entre ellos el de mi novio", contó la chica con lágrimas en los ojos y temblando.

Irina había quedado con Alexey para almorzar juntos, y cuando llegó al lugar de la cita lo encontró, con otras personas, tirado en el piso y cubierto de sangre. Al lado suyo había un paramédico que le hacía maniobras de resucitación. En un momento, el hombre de delantal levantó la mirada hacia ella y le dijo sin vaselina: "Se nos fue". La pobre mujer estalló en un llanto que duró unos minutos, tras lo cual el tipo se levantó -"resucitó" - y sacó un anillo de su bolsillo para proponerle casamiento. La chica temblaba, ya que primero lo había visto muerto, ahora lo veía vivo y proponiéndole matrimonio, y además aún tenía taquicardia y no paraba de gemir. Los medios no informan si aceptó la boda.

La explicación del novio es de lo más insólita: "Lo hice para que ella se diera cuenta de lo vacía que sería su vida sin mí y de cómo ésta ya no tendría sentido". Además de ser dueño de un sadismo pocas veces visto, el tipo es un fanfarrón. Y no probó nada, ya que después del entierro la chica se podría ir tranquilamente con otro. Pero hay algunos que tienen aserrín en el cerebro.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)