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16 septiembre 2012

La conmovedora historia del perro Capitán


Por Humberto Acciarressi

Esta historia no es nueva. Con matices, se conocen muchos casos similares. Recuerdo, al pasar, un hecho parecido ocurrido en el Cementerio de la Chacarita. Con otro escenario, en la necrópolis de Carlos Paz, desde hace cinco años otro perro es protagonista de una historia conmovedora. Capitán, tal es su nombre, ya es famoso en la localidad. Hace un lustro vive en el cementerio en el que está enterrado su dueño. Y todos los días a las seis de la tarde se recuesta sobre la tumba de Miguel, quien a mediados del 2005 llegó a su casa con el perro, como un regalo para su hijo Damián Guzmán. A su esposa, Verónica, la idea no le gustó mucho. Pero Capitán finalmente se quedó.

Un año más tarde falleció Miguel. Y unos días después desapareció la mascota. Pasó el tiempo. En una oportunidad, la viuda y su pequeño hijo visitaron el cementerio y vieron un perro, vieron a Capitán que corría hacia ellos con unos ladridos que parecían llantos. Obviamente, al emprender la vuelta, la mujer lo llamó, pero el perrito movió la cola y se quedó entre las tumbas. La escena se repitió, hasta el momento, decenas de veces. Y la historia llegó a los diarios cordobeses. Héctor Baccega es el director del cementerio. El también aportó su mirada. "Llegó y dio vueltas por todo el lugar, hasta que encontró, solo, la tumba de su dueño. Todos los días a las seis de la tarde se acuesta frente a ella", contó el funcionario.

Una vendedora de flores evoca que alla por el 2007 se le quebró una patita y los trabajadores lo entablillaron y le dieron calmantes. "Nunca se fue. Se ve que quería mucho a su amo", reflexiona la florista. El hijo de Miguel, Damián, de trece años, está resignado a no te- nerlo siempre. "Lo traje a casa varias veces, pero él vuelve al cementerio. Si quiere estar ahí me parece bien: está cuidando a papá". Lo dice sin tristeza. "Y no hay ni hubo mentira entre nosotros", escribió Pablo Neruda en un bello poema dedicado a su perro. Si más seres humanos tuvieran esa nobleza, otro gallo cantaría en el mundo.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)