Páginas

12 septiembre 2012

El caso del Dinosaurio de Mongolia


Por Humberto Acciarressi

Todo comenzó cuando en los Estados Unidos, varios museos y coleccionistas privados se trenzaron en una pelea para ver quien custudiaba al llamado "Dinosaurio de Mongolia". Pero el conflicto más grande se suscitó cuando los representantes culturales de Mongolia hicieron una presentación para llevar los despojos del bicho a sus pagos natales. Allí sí que se armó la gorda, en especial de parte de un comerciante de fósiles que vendió el "dino" por más de un millón de dólares. El tipo en cuestión no da la cara, pero su abogado anda recorriendo todos los canales de televisión, cual un Pachano norteamericano aunque sin galera.

Parece ser que el comerciante -de alguna manera hay que llamar al vivillo- está tratando de evitar que el armatoste vaya a Mongolia ¿Por qué? Porque su propio letrado confió que el esqueleto fue armado con huesos de diferentes criaturas, algunas de las cuales no murieron hace millones de años, sino hace unos meses. Claro que todo muy bien mezclado. Y ante quien no sabe parece un fósil real ¡¡¡Pero el tipo lo vendió en más de un millón de verdes y no tuvo que lidiar con ningún Moreno ni Echegaray!!! Resulta que el dinosaurio, supuestamente de la especie Tyrannosaurus Bator, fue confiscado por las autoridades estadounidenses después de que Mongolia lo reclamara.

El juez de la causa ya dijo, aunque todavía no hay sentencia, que el esqueleto parece una especie de "Frankestein" del mundo de los dinosaurios y reconoció que requiere más información sobre el caso. No todos los días llega a su juzgado un dinosaurio armado con huesos antiguos, modernos y vaya a saber qué otras cosas que encontró a mano el caradura que lo inventó. Pero a mí me sigue preocupando el miedo del Dr Frankestein ¿Por qué no tuvo problemas en venderlo y en que los Estados Unidos lo confiscara, y sí que el esperpento vaya a parar a Mongolia? Esta historia recién comienza y no me parece que vaya a terminar demasiado bien. Y agradezcamos que el bicho no está vivo, como diría Susana.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)