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24 agosto 2012

Boudou no puede hablar del éxodo jujeño

Por Humberto Acciarressi

Ya en junio le tocó disertar sobre Belgrano y prefirió hacerlo sobre los Kirchner, porque si como músico no es Jimi Hendrix, como guitarrero es un "as del club Paris", como diría el Indio Solari. Ahora, por enfermedad de la presidente de la Nación, viajó al Norte para hablar sobre el 200º aniversario del Éxodo Jujeño, una de las gestas más heroicas que recuerda la historia sudamericana. "Pueblo jujeño. La patria les reclama un gran sacrificio: abandonar la ciudad y las fincas, quemar los campos sembrados, arrear los animales. A los ojos del español invasor, sólo debe quedar tierra arrasada...", comenzaba la conmovedora arenga de Manuel Belgrano.

Se podría, y debería, escribir y hablar mucho sobre aquellos patriotas y ese hecho en el que participaron Dorrego, Güemes, Díaz Vélez, Aráoz de La Madrid... Pero que lo haga Boudou parece un chiste más en esta corte de los milagros. Y que para colmo se lo encomienden en medio del escándalo de la ex Ciccone y su tratamiento parlamentario, es una mancha más en la piel de este tigre, al que no le queda espacio.

Boudou es uno de los funcionarios más ricos del país, banal hasta el hartazgo, sospechado de corrupciones varias. Es un "aristócrata de cotillón" -otra vez Solari dixit- cuyas sonrisas insultantes en la Cámara Alta -donde comenzó la operación "salvataje del vice" en el Parlamento- fueron un oprobio a la democracia argentina. Y ya no son los opositores al ex UCD quienes se indignan: hasta sus propios aliados tienen vergüenza de defenderlo.

La lista de quienes hicieron esta sufrida patria es larga, e incluye próceres célebres y millones de héroes desconocidos, que se sumaron a los ejércitos libertadores o participaron de hazañas como el Exodo Jujeño. Boudou es el funcionario de los pisos en Puerto Madero. Belgrano murió en la miseria y donó sus sueldos para la construcción de escuelas. Fue éste, cuando proclamó la necesidad del supremo sacrificio, el último en dejar la ciudad de Jujuy. Y cuando lo hizo ya no quedaba nadie. Sólo ruinas y sueños.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)