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09 junio 2012

Bradbury, de Illinois a Marte con las letras


Por Humberto Acciarressi

Después de una vida intensamente disfrutada y con algunas cláusulas inmutables (nunca aprendió a conducir un auto, entre otras cosas) ha muerto Ray Bradbury. Decir que la ciencia ficción universal pierde a uno de sus maestros es poco. En primer término, porque el autor fallecido estaba mucho más alla del género. Sus escritos, como pocos, entreveraron lo fantástico y el terror, con una delicada prosa poética alejada de lugares comunes. Y además, claro, también escribió ciencia ficción.

A quienes lo leímos hace muchos años nos resulta imposible no recordar aquella legendaria colección Minotauro, con tapas rosas, naranjas, verdes, azules, en cuyas páginas se editaron los cuentos de "Crónicas marcianas", "El hombre ilustrado", "Las doradas manzanas del sol", "El país de octubre", por mencionar algunos, y las novelas "Fahrenheit 451" (una de las distopías más famosas de la literatura) o la autobiográfica "El vino del estío" (de una poesía exquisita).

Aunque durante años se jactó de no tener aparato televisivo (en varios de sus relatos abjura de la TV), Bradbury hizo guiones de televisión, ensayos, poesía y teatro. Francois Truffaut llevó al cine "Fahrenheit 451" (para quién no lo sabe es la temperatura a la que arde el papel), una de las obras más radicales en la lucha contra la censura literaria. Muchos de sus cuentos corrieron la misma suerte, ya sea en cine o en televisión. Nunca dejó de escribir. Siempre fue un nostálgico entregado a las letras.

Cuando casi nadie conocía a Bradbury, nuestro Jorge Luis Borges prologó el primero de sus libros, "Crónicas marcianas", con sus relatos independientes y a la vez hilvanados entre sí. "¿Qué ha hecho este hombre de Illinois al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y soledad?", escribió el argentino. Toda vez que un lector tenga la necesidad de entregarse a una historia que titile entre lo real y lo imaginario, alli estará esperando la obra de Bradbury, único en su especie.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)