Páginas

15 mayo 2012

Un teléfono para hablar con los muertos


Por Humberto Acciarressi

Esta historia comenzó hace unos años con una tragedia: Gary Galka, un ingeniero de Connecticut, Estados Unidos, perdió a su hija en un accidente automovilístico. De acuerdo a lo que el pobre hombre contó, al poco tiempo el timbre de la casa comenzó a sonar de madrugada, las luces se prendían y se apagaban solas y los canales de televisión se cambiaban sin que se tocara el control remoto. Galka, convencido de que se trataba de su hija, no recurrió ni a cazafantasmas ni a exorcismos.

Apelando a sus conocimientos, el atribulado padre inventó un dispositivo que -sostiene con convicción- ayuda a los muertos a hacernos llegar sus mensajes. "Hola papi, te amo", es el que dice que recibió él de parte de su hija. Con el supuesto invento bajo el brazo, Gary se hizo habitué de un programa llamado "Ghost Adventures" y, no contento con esto, comenzó a fabricar en escala su walkie-talkie para comunicarse con los difuntos. Lo llamó MEL 8704 Meter, arrancó con un precio de 79 dólares y ahora ya trepó a 350.

Este sujeto, sin dudas, es un empresario nato. En varios años ya ha vendido miles de "comunicadores con el más allá", montó un comercio en el que también ofrece otros inventos suyos "para ayudar en el campo de lo paranormal", tiene pedidos de todo Estados Unidos, y se hizo millonario. Aunque no parece que le importe, la iglesia lo mira de costado. Y ni hablar de los científicos que han visto sus inventos. Pero el tipo sigue facturando sin problemas de conciencia.

En cuanto a la hija, Gary dice que nunca pudo verla, aunque cuenta que un familiar lo habría hecho. Si recibió otros mensajes de ella, no lo revela. Y tampoco se sabe cómo le ha ido a las miles de personas que le han comprados su "comunicador" y sus otros productos. Como una especie de científico loco, Galka sigue inventando extraños aparatos y haciendo plata. No te extrañe que, en unos años, su historia inspire una película que combine elementos de Poe, Philip Dick y Harry Potter.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)