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27 septiembre 2011

Un crimen para morirse de risa

Por Humberto Acciarressi

Si uno redacta una ficción con la historia que sigue, seguro que se come -por lo menos- el mote de exagerado. Y sin embargo pasó en la vida real, que a veces suele ser más asombrosa y bizarra que las mejores ficciones. Si uno repasa los pasajes de la historia -y ni hablar de las imágenes- el hecho debe ser calificado de brutal. Y sin embargo terminó con todos los espectadores matándose de risa. Veamos.

En Pindobaçu, estado brasilero de Bahía, vivía intranquilamente Maria Nilza Simões. La mujer sabía que su marido le era infiel con Erenildes Aguiar Araújo, conocida en el vecindario como Lupita ¿Pidió el divorcio?, ¿le hizo un escándalo al esposo?, ¿le partió una sartén en la cabeza? No. María contrató a un sicario, le pagó 1.000 reales (420 euros al cambio) y le señaló a Lupita. Y sin embargo...

Resulta que el mercenario, el ex presidiario Carlos Roberto de Jesús, descubrió que "el blanco" era una vieja amiga. Y le perdonó la vida. Pero el sicario no estaba dispuesto a perder el dinero. Le dio a Lupita 100 euros, la roció con Ketchup, buscó un machete, un pañuelo y una cámara de fotos. Todo en unos matorrales de la zona. Hicieron un montaje tan berreta que hasta daba pena que no la hubiera matado de verdad.

Pero el crimen perfecto no existe, aunque no sea real. Unos días más tarde, María descubrió a Lupita vivita y coleando, a los besos con el sicario. Y los denunció. Parece un chiste pero es real. Llegaron los tres a la justicia y todos fueron absueltos. El ex presidiario desapareció del mapa, la asesina "no consumada" se encerró en la casa, y Lupita... ¡¡¡se convirtió en la estrella del pueblo!!!.Hasta tiene un club de fans. Y como si esta bizarrada fuera poca, políticos locales estudian la posibilidad de proponer a Lupita como candidata a concejal en las municipales del 2012. El propio alcalde del pueblo, Hélio Palmeira, ve con buenos ojos los efectos del suceso. "Lo que pasó está haciendo de Pindobaçu un lugar conocido; ha llevado el nombre de nuestro pueblo al resto del país". Un tarado.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)